Me jodí por no tener ganas

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Por Macarena Gómez

¿Cuántas veces te dijeron que si tu pareja tiene ganas de coger tenés que ceder porque si no se va a ir con otra? ¿Cuántas veces eso te llevó a salir de tu propio cuerpo y abandonar tu deseo por completo? “Consejos para satisfacer a tu chico en la cama”, “cómo atrapar a un hombre”, son algunos de los títulos que ocupan páginas y páginas en las revistas y seguro todas alguna vez estuvimos metidas en una conversación semejante.

Foto: Lorena Díaz

Hace apenas unos días, cuando se debatía el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, el senador Rodolfo Urtubey, en su discurso en contra de la ampliación de derechos, afirmó que existen casos donde la violación no tiene violencia sobre la mujer. Estos dichos se llevaron todo mi repudio y al pasar los días y al decantar sobre mí lo que esas palabras significan, se apoderó de mi garganta una angustia dolorosa y me obligó a dejar escapar todas esas palabras que tanto callé.

Lo siniestro aparece cuando lo familiar se vuelve extraño. Cuando quien creías amar te expropia de tu propio cuerpo y reafirma su lugar de macho alfa capturándote indefensa. Ante mis innumerables negaciones a dejarme tocar, esperó a que cayera en un sueño profundo para aprovecharse de mí. No importó mi voluntad, la cama era su terreno y ahí regían sus propias reglas. Cuando desperté, estaba adentro mío y yo nunca estuve tan afuera de mi cuerpo. Me angustié. Me callé. Me jodí, por no tener ganas, por no sentir deseo cuando él sí. Mejor, si no “se iba a ir”.

Foto: Lucia Noel

Todas esas palabras que me guardé se resignificaron cuando me acerqué al feminismo. Algo que yo consideraba una anécdota más de una relación enfermiza se transformó en la confirmación de que los abusos no vienen sólo de desconocidos en la calle, cuando estás sola a las dos de la madrugada. No son casos aislados que suceden en el campo cuando un hombre abusa de su hijastra. Tu pareja también te puede violar. Le explicaría al senador Urtubey, tan escaso de empatía, que el abuso intrafamiliar, además de implicar una desigualdad de poder, es una violación tan violenta como las demás. Y que imponer tus creencias en la decisión de una mujer de ser madre también es violencia.

El feminismo me enseñó que mi deseo está primero y que nadie más decidirá sobre mi cuerpo. Me devolvió todos los “NO” que no pude dar. Me dió amigas, compañeras de lucha y me acercó más a las que ya tenía. Le dio un lugar protagonista a mi voluntad e inició algo en mí que es irreversible. Acá estoy, entera.

 

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