A 47 años del golpe: les seguimos contando

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Por Sasha Bruni, Florencia Messore y María Belén Bordón

Hoy, 24 de marzo, se cumple un año más de un suceso que aún sigue sacudiendo la historia argentina, el golpe cívico-militar.

Se cumple un año más. Un año más de tomar la palabra y la insistencia como un acto más que revolucionario. Un año más de impulsar mediante conquistas y discursos, aquel espacio que al pasado, las gorras le fueron negando. Un año más de recordar la mentira y la crueldad de una minoría que se animó a violentar y a someter a todo un país lleno de sueños y anhelos. Un año más en el que se recuerda que un Estado que supuso ser garante, se convirtió en el enemigo. Un año más de aquellos desaparecidos que siguen haciendo desaparecer bajo la constante derechista de una sentencia insultante: “No fueron la cantidad que dicen que fueron…”.

Desde hace ya un tiempo, en distintos medios y redes, hablando del horror, se empezó a cincelar un número diferente: 30.400. Una cifra que incluye para buscar reconocimiento sobre esa oscuridad a la que siempre han sido sometides las personas disidentes. Busca dar visibilidad a todes les hijes de la patria y miembros de la comunidad LGBTTQI+ a les que desde siempre, se buscó borrar hasta de los derechos más básicos, como el de la vida.

Durante la última dictadura, lesbianas, trans, bisexuales, gays y demás compañeres desaparecides fueron reagrupades y etiquetades simplemente como “homosexuales”, y no solo era pecado para quien lo fuera, también se era merecedor de torturas y maltratos atroces. La extensión del terrorismo de Estado no tuvo como finalidad únicamente la desaparición y asesinato de los individuos nombrados como subversivos, sino que resultó fundamental en la destrucción de los arcos de solidaridades y comunidad que conformaban lo que llamaban el enemigo interno. La creación de este sujeto cis-heterosexual con valores occidentales fue un objetivo de la dictadura militar.

La palabra “homosexual” se utilizaba como designio de todo aquello que no respondiera a la norma hetero-cis. Históricamente, la familia heterosexual y patriarcal, fundamental para base de nuestros sistemas económicos, se constituyó a partir de la instauración de diferentes dispositivos políticos, judiciales, médicos, que avalados por medios de comunicación y figuras relevantes, se propuso excluir a a las disidencias sexo-genéricas y formar mujeres y hombres con los valores occidentales y cristianos. Esa exclusión de la vida política y social terminaba trasladándose a todos los espacios y cualquier definición propia formaba parte de una lista interminable de agravantes que convertían a nuestrxs compañeres, en un blanco vulnerable. Esto sumado a que el propio régimen quiso imponer un modelo patriarcal de mujer, novia, madre o esposa, cuya funcionalidad estaba estrictamente ligada al placer de ese supuesto varón lleno de valores y condecoraciones.

Ante la ignorancia, la violencia y la represión estatal, militantes argentines LGBTTQI+ se agruparon en diferentes organizaciones, como el Grupo Nuestro Mundo de 1967 que en 1971, junto con otras organizaciones conformaron el Frente de Liberación Homosexual (FLH), donde destacaban figuras como Hector Anabitarte y Nestor Perlongher. La libertad era el deseo fundamental. “El sexo mismo es una cuestion política” expresaban en el manifiesto Sexo y Revolución de 1973.

Este último, en “Historia del Frente de Liberación Homosexual en la Argentina” reconoce que el golpe de 1976 significó para estas agrupaciones la disolución ante el terror. Muchos de sus miembros se exiliaron, otros se alejaron o durante el tiempo que aguantaron, se limitaron al ejercicio teórico de sus estudios, pero mayormente terminaron optando por el inminente abandono de la lucha: “la dictadura militar de Videla desata una persecución sistemática contra los homosexuales, que, además de imposibilitar toda forma de organización, obliga a destinar todas las energías a la supervivencia individual” decía Perlongher dejando ver que la instauración de una ciudadanía ideal, se recuperaba a través de la represión y el terror, logrando influir en el pensamiento colectivo de la sociedad argentina.

Esta lectura silenciosa trae algo más consigo, el origen de un número que asusta: 30.400. Carlos Jáuregui, activista por los derechos de las personas LGBTTQI+ fue de los primeros en esbozarla en su libro “La homosexualidad en Argentina” (1987), donde alude a la necesidad visceral y latente de justicia por los gritos que nunca fueron escuchados.

Esa cifra, también se conoce debido a información que compartió el rabino Marshall Meyer, quién durante los años de la dictadura no solo estuvo instaurado en Argentina, fue fuerte crítico del gobierno y de sus violaciones de los derechos humanos, y que identificó entre las víctimas, a más de 400 “homosexuales”. 400 personas que no estaban incluídas en las listas de la CONADEP. Pero hablar en estos terminos no supone la disputa sobre la cantidad, sino que apunta a visibilizar la persecusión que tuvimos durante el terrorismo de estado, las personas del colectivo LGBTTQI+. Algo que no empezó ahí, ni tampoco terminó hoy.

Pero así mismo, para les compañeres del colectivo, visibilidad no es sinónimo de democracia. Este año cumplimos 40 años de democracia, en los cuales la ampliación de derechos fue fundamental para hacer realidad la demanda de Memoria, Verdad y Justicia. Para la comunidad travesti-trans la Ley 26.743 de Identidad de Género, llevó la identidad al plano legal pero también a los lugares más comunes compartidos en la sociedad como el trabajo, la escuela y la vivienda. A partir de esta ley, se habilitaron nuevas discusiones y un piso más firme para enfrentarse a otros espacios y entrar en el discurso. Los testimonios de quienes fueron perseguides por la dictadura por su orientación de género y sexual pudieron salir a la luz al momento de florecer la democracia para elles, y en tanto el Estado les comenzó a reconocer por quienes son.

La construcción colectiva de la memoria, la verdad y la justicia por nuestrxs compañeres resulta más que difícil y se escribe a paso lento, pero no es algo que doblegue a todas las generaciones que hoy seguimos marchando, llenas de bullicio, exigiendo claridad y certeza, contra todos aquellos que hicieron silencio y dieron la espalda.

“No los conocimos, no los conoceremos jamás.
Son solamente cuatrocientos de los treinta mil gritos de justicia
que laten en nuestro corazón”

Carlos Jáuregui

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