Abrazadas al futuro

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Por Lola González Plaza (17 años)

La jornada empezó temprano y no podía ser de otra manera porque los nervios y la euforia necesitan liberarse cantando en la calle. Las estudiantes nos encontramos a las once en la puerta del Pelle, como organizó la CEB (Coordinadora Estudiantes de Base) para marchar juntas. Mis amigas llegaron una hora después y mientras tanto, cada piba que miraba se acercaba a preguntarme si quería ranchear con ellas o si quería que me pusieran glitter. Sí a todo. Llegamos a la carpa estudiantil a la una, pero nuestras cabezas estaban ahí desde por lo menos la madrugada del día anterior cuando dando vueltas en la cama pensábamos que carajo iba a pasar el 8A.

En realidad, tenemos la cabeza fija en el Congreso desde el 2 de marzo cuando se abrió el debate en Diputados, desde el primer pañuelazo en febrero y desde el 3 de junio de 2015, cuando empezamos a ver los carteles que gritaban ´´Sin aborto legal no hay #NiUnaMenos´´. Inclusive antes. La pelea por la ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo la impulsó el movimiento feminista de los años ochenta y se fue consolidando con los Encuentros Nacionales de Mujeres. El peso de una lucha histórica recayó sobre los hombros de las pibas y nosotras lo llevamos orgullosas porque continuarla es lo que elegimos.

A cada momento que pasaba, el cuerpo palpitaba algo distinto. Escuchar la voz de una amiga y sentirme empoderada, pararme un poco más segura. Ver el poroteo y que de repente la lluvia pegara más fuerte, más profundo. El miedo se convertía en angustia, la angustia en lágrimas y las lágrimas en grito. La transformación directa del sentir en poder. Ahí es donde está toda nuestra fuerza. Nosotras desde ese miedo tan profundo combatimos y ellos, los del otro lado, con su miedo dan un manotazo al vacío intentando silenciarnos. Pero la revolución de las hijas, la revolución del deseo, es infrenable. Que intenten, solo van a tenernos más miedo.

Estar del lado verde de la marcha fue estar en casa. Fuimos dos millones de personas, y más aún, dos millones de hermanas. Nuestras manos se agarraban todo el tiempo sin darnos cuenta. Apoyar la cabeza en el hombro de una amiga. El amparo de mirarse a los ojos con compañeras que no conozco pero llevo conmigo. Las rondas de agite que explotaban en un abrazo colectivo. Un abrazo que nos envolvía y nos ponía en la realidad del futuro. En el momento en que todas saltábamos al mismo tiempo, en ese instante de aire, el aborto ya era ley y nosotras ya éramos libres. El feminismo tiene esa magia de hacerte viajar en el tiempo, siempre al futuro.

El frío en el recinto y el calor en la calle. La costumbre de sostener lo viejo y podrido contra la deconstrucción para crear el cambio. Los dinosaurios versus las pibas. El resultado no tiene nada que ver, nuestra fuerza siempre ganó. Nadie nos quita lo bailado, pero menos lo por bailar. Sentimos toda la bronca, toda la tristeza y todo el miedo. Pero no va a durar mucho porque nosotras sabemos. Sabemos cuidarnos, sabemos abrazarnos. Sabemos darnos la mano para combatir y sabemos transformar. Sabemos qué es la libertad y nuestro deseo no nos permite olvidarla. Sabemos que va a ser ley porque sabemos que de nosotras depende y nosotras todo lo podemos.

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