El orgasmo femenino como responsabilidad política

orga fem

Por Sasha Bruni
Ilustración: @ladurito 

Una reflexión sobre cómo es el abordaje de la sexualidad femenina en los medios de comunicación desde la vuelta de la democracia hasta la actualidad. 

Hoy se cumplen 15 años desde que se proclamó en Latinoamérica el Día Internacional del Orgasmo Femenino, fecha que nació para concientizar sobre la sexualidad de las mujeres y su derecho al placer. Es una celebración joven si nos guiamos por los años de vigencia, así que pese a las deconstrucciones que se fueron dando, aún  puede leerse como polémica por aquellas personalidades que continúa tiñendo la expresión del deseo sexual de las mujeres con un cúmulo de tabúes o resquemores sociales que quedaron estaqueados alrededor de un  machismo burdo y falocentrista, perpetuador del egoísmo sexual. 

Esta celebración vino un poco a poner en debate lo político del orgasmo, más que nada porque ante el sepulcral desconocimiento que lo rodeó durante años, fue imperiosa la necesidad de sacarlo del ámbito privado y ponerlo en la agenda política, convirtiéndolo en un problema de salud pública con necesidad de intervención. Se trata de una reivindicación que está encadenada a la diferencia que se da desde siempre entre los derechos que se asignan según el género adquirido en el momento de nacimiento. La lucha por la libre sexualidad femenina toca de lleno puntas políticas y sociales que desde siempre merecieron ser tenidas en cuenta.

En este contexto, es que tengo un par de cosas para decir. Lo primero es que me gusta hablar bastante a calzón quitado sobre temáticas vinculadas a la sexualidad, tanto con amigues como con mi familia; y la otra es que soy consumidora tanto de lecturas como de distintos tipos de arte ligados específicamente a lo sexual, que están siempre en un affaire en mi mente.

Argentina durante el siglo XX comenzó a tener un registro apenas marcado acerca de las diferentes disciplinas en las cuales la mujer se desempeñaba. Tenemos en nuestra historia muchísimos nombres que merecen estar tallados con un cuño en piedra y expuestos en el edificio más alto para que, como en las antiguas civilizaciones, sean vistos desde que sale el sol, hasta que se esconde. No exagero. Pero si hay algo que merece la pena ser puesto en la mesa cuando hablamos de este día, son las situaciones que fueron antecesoras, específicamente en una década que intentaba despedirse del terror y volvía a encender las rotativas.
En los años ochenta, una oleada de imágenes y palabrerío sexual explícito volvió a proliferar por todos los medios después de haber sufrido una brutal prohibición durante la última dictadura militar por ser considerados obscenos e inmorales, que en su lugar instauró un estereotipo de mujer descrito por Silvina Bullrich como “buenas madres”, representando valores represivos y retrógrados que además frenaban este aluvión de conocimiento y desprendimiento de las prácticas sociales convencionales pertenecientes a prácticas patriarcales y machistas. En este contexto, la prensa escrita fue quien dio los pasos que aseguraron el principio de la emancipación de dichas manifestaciones, haciendo uso de la libertad de expresión para derrocar estereotipos instaurados por una política llamada “del miedo”, dándole a las feminidades el derecho de militar el placer y de vivir como sujetos sexuales, centrándose en el placer femenino que de pronto recuperaba el autoerotismo. Las principales publicaciones para mujeres de la vuelta a la democracia (Mujer 10, Vivir, Todas, Claudia, Vosotras, entre otras) eliminaban a las masculinidades discursivamente y se focalizaban en brindarle a las mujeres la información que les fuera necesaria para poder disfrutar de sus deseos sexuales, sin prejuicios, manejando las tonalidades explicativas con terrible cintura, la tradición comenzó a desplazarse por un sexo más feminizado. Los artículos de revista que venían desde la era de piedra dedicados a una mujer sumida en los silencios comenzaron a llenarse de diferentes abordajes narrativos acompañados por imágenes explícitas referidas a temáticas sexuales.

Se estaba dando una construcción muy importante que marcó la conquista de espacios que, hasta el momento, estaban abarrotados de ideologías que postulaban a la mujer como un objeto sin deseos sumida a una vida a merced de la necesidad de les otres. La reivindicación de este tipo de publicaciones le dio a las feminidades la llave a una meta altamente posible y real: la de su realización personal.

En sí, la década de los ochentas fue astralmente sexual, no solo en Argentina, sino que en todo el mundo. El orgasmo como temática fue abordado como una preocupación y palabras como clítoris y punto g de pronto se hicieron muy amigas de las publicaciones femeninas. Ni hablar del orgasmo clitoridiano calificado como “anormal” hasta casi entrada esta época. Pienso que un poco todo este debate surgió con más fuerza después de tanta prohibición porque se tomó un vasito de vermú y dijo: “bueno, vamos a acomodarle un toque las ideas a estos bobos”. Y fue lo que hizo. Se cargó al hombro una lucha importantísima en la que se erradicaron creencias y postulados instaurados por un patriarcado que pregonaba con fuerza la sumisión.

La educación sexual como responsabilidad, su inmersión en la vida y en la política, como también el conocimiento y redescubimiento del cuerpo, son cosas implícitamente empoderantes, y en la misma proporción lo es hablar de sexo, de vulvas, de clítoris, de orgasmos, del disfrute de la sexualidad, de la masturbación por deporte y del placer mismo. Qué calor las feminidades preocupadas por su propio placer.

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