FESTIVAL DE CINE DE MAR DEL PLATA: Entrevista a Clarisa Navas

foto portada

Por Ayelén Cisneros

Clarisa Navas lo hizo de nuevo. Escribió una historia de amor entre dos mujeres atravesada por la violencia de les otres en un barrio popular en la periferia de Corrientes. La historia puede resumirse en que Iris, una chica muy tímida, que se encuentra en pleno despertar sexual, conoce a Renata, una vieja vecina del barrio, de la que se dicen muchas cosas, pero ninguna buena. Los amigos maricas de Iris también están experimentando con su sexualidad y uno de ellos es víctima de la viralización de un video sexual que no consintió. 

En el cine de Navas no hay morbos, no hay explotación del contexto de violencia y pobreza que viven les personajes. En Las mil y una se pone el cuerpo, se siente, se interpela, se vive por un rato la vida hostil de ser lesbiana y pobre. Se palpa la angustia y también la alegría de les jóvenes en un mundo difícil. Lo hizo con cámara en mano, muy cerca de los personajes. Casi faltaba que la cámara entrara por la piel de les actores. Navas elige filmar el barrio en el que se crió y nos lleva a un paseo al interior de las clases populares de la periferia, sin estetizar la pobreza, sin miserabilismos.

La directora tiene 31 años, es licenciada en Artes Audiovisuales y también es docente en el ENERC. Su primera obra fue Hoy partido a las 3, película que fue un éxito en el BAFICI 2017. Actualmente se encuentra estrenando en la Competencia Internacional del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Las mil y una, y pudimos hablar con ella. 

Quien mire tu película en el festival y no te conozca, ¿con qué se va a encontrar?

Clarisa Navas: Se va a encontrar con una película bastante diferente a las imágenes las que estamos acostumbrades del cine argentino porque la película transcurre en un barrio de la periferia de Corrientes y la protagonizan un grupo de jóvenes que están empezando a experimentar sus primeros deseos y sus primeros amores en un contexto donde muchas veces es hostil tener una identidad disidente. 

¿Cómo fue el proceso de filmación? ¿Apelas a personas que no son actores profesionales?

CN: El proceso de filmación fue bastante corto en el rodaje porque esta clase de presupuesto solo permite que sea poco tiempo, fueron tres semanas, pero el tiempo previo, de ensayos fueron varios meses para lograr esa naturalidad y una construcción de confianza y de lazos entre el elenco. Son actrices y actores de la región, de Corrientes, de Chaco, de Formosa, son profesionales. Ana Carolina García ya había actuado en mi película anterior y en series, es mi socia también, ella es licenciada en Actuación, la actriz que interpreta a Renata. Mauricio Vila es licenciado en actuación, interpreta a Darío. Y Luis Molina está por ser realizador también egresado del ENERC y actúa en teatro en Formosa. La única que no es actriz es Sofía, ella es jugadora de básquet, es una gran amiga y me parecía que podía llegar a interpretar bien ese papel y generar una suerte de lazos con les demás que tienen mucha formación. Nosotras siempre trabajamos con procesos muy largos de ensayos y de muchos meses donde exploramos numerosas cosas para llegar a la naturalidad a la que llegan a la que llegan los actores. 

¿Por qué filmar la disidencia sexual?

CN: “¿Por qué no?”, sería la pregunta también. Por qué no historias que tienen que ver justamente con cuestiones de clase, con cuestiones que transitan personajes en una periferia, estén interpretades por actrices y actores que más allá de “actuar de”, también representan o son partes de estas minorías. Creo que también hay una convicción de defensa política de todo lo que tenga que ver con los cuerpos minoritarios en las provincias argentinas, con afirmarse en un deseo que pueda correrse con lo instituido, de lo heteronormado, porque a la vez falta muchísimo por hacer en materia de aceptaciones de derechos, de afirmaciones, de poder vivir un modo más digno para vivir para muchísimas personas homosexuales, transexuales, como se los quiera categorizar, esa llamada disidencia de alguna manera.

Leí en una entrevista en el marco de la Berlinale que decís: “Cuando me encuentro con todas estas películas de Latinoamérica del gran angular y las favelas… Hay una vocación de objetualizar cosas como la pobreza y darle una mirada estética”. ¿Tu elección de la cámara en mano en Las mil y una es una elección de no estetizar lo popular?

CN: Surge más por una necesidad en algún punto de seguir esos ritmos y acompañar un poco el movimiento y los tránsitos de los cuerpos en el barrio y creo que lo único que se hacía eco de eso tenía que ver con esa propuesta de cámara. Y a la vez también una cámara que vaya encontrando y viendo del mismo modo que ve alguien cuando vive ahí y cuando se sitúa en ese barrio, que es mi barrio. Y entonces me pregunté mucho cómo miraba yo, cómo eran las imágenes que a mí se me venían cuando recordaba el barrio, y en ese sentido creo que esas imágenes tienen que ver con una ética. En esto de no objetualizar y no generar imágenes que esteticen la pobreza, o esteticen la marginalidad, creo que la cámara va más del lado de algo más pulsional, rítmico, corporal, que desde una vocación de mostrar algo. Es más bien una cámara que acompaña, táctil, corporal. 

¿Sentís que perteneces a la tradición del nuevo cine argentino? ¿Te referencias con algune directore de este cine?

CN: Hubo tantos nuevos cines argentinos que es un poco difícil quiźas definir en este momento cuál sería ese nuevo cine. Quizás yo sí siento una diferencia radical en general con la clase de quienes históricamente han estado posibilitados de hacer cine, y en ese sentido por pertenecer a Corrientes, a una periferia, me parece que me cuesta un poco identificarme. Claramente una tiene muchas referencias y dialoga con un cine anterior o contemporáneo, pero no sé si podría pensar de acá un referente. Quizás me siento más identificada con personas que creo que están pensando un cine en el cual prime una reivindicación de los procesos y un hacer entre amigues, un hacer también que tiene más que ver con una dimensión de esperanzar la vida, más que con el hecho del mercado o el capital necesariamente. 

¿Los feminismos fueron inspiradores para tu tarea de directora?

CN: Creo que el feminismo o los feminismos, porque lógicamente hay muchos, claramente me han servido, pero para sobrevivir en un contexto y un lugar donde la cultura heteropatriarcal ha sido lo que primaba y lo que sigue primando. Y entonces desde ese lugar creo que hay toda una construcción para poder enfrentarse y poder resistir a un montón de cosas, y en ese sentido es una cuestión política ética de vida el feminismo

Creo que el feminismo, al menos en el cine que yo intento hacer, tiene que ver con construir, por más que sean ficciones, otras posibilidades para personajes que el atravesamiento heteropatriarcal que tienen es justamente muy dañino. Entonces a partir de ahí, de pensar esas ficciones que permitan inventar otros posibles desde esos lugares, con personas que están resistiendo y luchando contra todo un sistema que lógicamente está muy alejado del feminismo, creo que desde ahí hay una reivindicación en este tipo de películas. 

¿Cuál fue tu motivación para dedicarte al cine? ¿Cuál fue tu impulso vital?

CN: Creo que tiene que ver con una cuestión muy ligada a la sobrevivencia y al encontrar un sentido en la vida en un contexto que también proponía otra cosa. Creo que el cine apareció en mí desde un lugar muy hermoso que tenía que ver con juntarme a hacer cortos con mis mejores amigos del barrio, de Las mil, con una camarita. Eso me sirvió muchísimo para pensar que quizás había una posibilidad de imaginar otras cosas por sobre lo que la realidad o los discursos de la realidad proponían. Para mí ahí el cine puede mucho y hay mucho por hacer desde ese lugar, poder imaginar otras cosas más allá de lo que esta realidad tan hostil nos propone. 

Las Mil y una se puede ver en el festival desde el 23 al 25 de noviembre. Luego se podrá ver en la plataforma CINEAR del 3 al 9 de diciembre. 

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