Gracias

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La redacción de Beba eligió lo mejor del año. Animarse a denunciar, empezar a aceptarse, apostar a proyectos nuevos, encontrarse en el feminismo, la lucha por el aborto legal, libros escritos por mujeres y música inspiradora, el 2018 nos encontró más juntas que nunca.

Arranqué el año denunciando a mi novio por violencia de género. Si tuviera que elegir una palabra para definir el 2018, esta sería “fuerza”. No sé dónde estaría parada si no la hubiera tenido, pero tampoco sé dónde estaría si no hubiera tenido un par de mujeres a mi lado. Entonces cambié “fuerza” por “amigas”. Amigas que me sacaron de la mierda y me llevaron al mar a limpiarme. Amigas que estuvieron ahí para hacerme un tecito y acariciarme el pelo cuando no se entendía si recién salía del agua o si todo era producto de mis lágrimas. Amigas que me hicieron entender lo fuerte que soy, pero también, que no necesito ser todopoderosa. Amigas que nunca me dejaron sola, pero que me hablaron sobre lo importante de aprender a estarlo. Amigas que no lo eran, pero que gracias a eso de salvarnos entre nosotras, ahora lo son. Al discurso rivalista, le hice frente con grupos de whatsapp masivos. Un día de junio mis amigas, las amigas de mis amigas y las que no eran muy amigas de ninguna pero querían serlo, nos unimos y bautizamos “Aborteras organizadas”. Si me decían que la oficina de mi vieja se iba a convertir en un “búnker abortero”, no me la creía. Pero lo cierto es que el 13 de junio, en la primera vigilia por el aborto legal, ese décimo piso sobre Sarmiento y Callao se convirtió en el punto de partida de todo lo que entendería después: nos tenemos y esto es para siempre.

Emilia Ruiz de Olano

Como un fruto que pierde solidez, llego a reuniones
Debe haber un punto en el final
De este rezo por seguir en mis proyectos
Oh, mis proyectos me sostienen como hilos a una marioneta
Y yo quiero cortarlos
Por el ridículo deseo de ser libre
¿Es la libertad una excusa para la destrucción?
Sé que la destrucción vive en mí: es la sirena
Que no callará por recompensas
Y yo debo ser una flecha hacia el futuro
Yo debo clavarme en una tierra lejana e ir hacia mí
Aunque el camino sea de aire
Yo debo ir hacia mí.

Micaela Szyniak plasmó parte de mis sentimientos sobre 2018 en Escribo pidiendo ayuda (Nulú Bonsai). Este libro es un álbum de momentos entre amigas y amantes. Hay escenas de lesbianismo en casas compartidas, de perras que se llaman como drogas, de tener hambre y verse gorda. El 2018 fue todo eso. Fue feminismo, fueron proyectos y reuniones constantes para hacer Beba y Mi gesto pank. Nos llevamos vigilias por el aborto legal en pleno invierno, sidras de celebración, una crisis económica que nos contracturó cada músculo del cuerpo, miles de grupos de whatsapp entre chicas, momentos de poner el cuerpo y organización. En el final de este año, no olvidemos que somos una flecha hacia el futuro.

Ayelén Cisneros

No hubo otre artista que me llegara tanto este año como Kacey Musgraves, aunque todavía no entiendo muy bien por qué. A veces son detalles mínimos, como ese espacio que deja cuando canta “You can have your space, cowboy”, y todo un universo de melancolía se abre en ese vacío, con caballos, vaqueros y camionetas. No importa que esté tan lejos de la escena country porque sus letras hablan de ser mujer, de extrañar a la mamá, de convivir con una misma en un fin de semana solitario o de enamorarse. Me sorprende cómo es capaz de poner en palabras esos sentimientos míos que siempre me costó explicar. En “Happy & Sad” dice: “I’m the kind of person who starts getting kind of nervous when I’m having the time of my life”, y me acuerdo a todas las veces en la que no me dejé disfrutar por miedo, por culpa, por la sociedad. Pero después escucho “Women Woman”, en la que con un poco de humor se declara ser una mujer común, y pienso que eso está bien, que yo también me podría conformar con no ser la mujer maravilla, sino con ser simplemente yo.

Juana Giaimo

Este año me puse por delante. Digamos que pensé más en mí de lo que hice siempre y traté de decidir todo para estar lo más tranquila posible, ni bien, ni mejor ni superada, en paz conmigo misma. Eso me hizo tomar decisiones complicadas, como no poder ir a los cumpleaños de mis mejores amigas porque tenía mucha ansiedad. También seguí fomentando valores que me representan en mi marca y discutiendo en la agencia cuestiones como el aborto, las dietas y los derechos de las mujeres.

Creo que si tuviera que definir este año en una palabra diría valor. El valor que genero yo y que perciben les otres. Que tiene mucho que ver con el amor propio y con la autoaceptación, pero no es lo mismo. Ponerme por delante, al mando de mi propia vida, no sólo es una decisión personal, sino que es política. Expongo mi cuerpo para mostrarles a todes que acá estoy yo también, y como no estoy aislada ni sola, que vengan y se unan, así somos más poderosas.

Cinthia Giselle Dalama

Desde que el feminismo llegó a mi vida aprendí a resignificar mis vínculos con otras mujeres y con mi pareja de una manera más sana. Pero hay algo que tenía pendiente, una reconciliación que me debía, un vacío que no sabía cómo llenar. Eso era entablar una amistad verdadera con mi propio cuerpo.

Desde que tengo recuerdos que vivo en constante conflicto conmigo misma. A los diez años por primera vez me hicieron un comentario crítico con respecto a mi cuerpo. ¿Cómo sobrellevar una relación sana con él, cuando desde niñe recibís opiniones sobre su aspecto?. Entre los 15 y 21 años hice dietas estrictas que rompí una y mil veces, subiendo y bajando de peso, sintiendo culpa y ansiedad al comer.

Mi cuerpo era mío, pero más era de los demás. Al empezar a tener relaciones sexoafectivas, mi cuerpo no era merecedor de placer. Ni generado por otros, y mejor ni intentar la autosatisfacción. Sólo servía de objeto de placer para otrxs. Mi cuerpo era mío, pero no éramos amigos.

El 2018 significó mucho para recomponer esa relación. O mejor dicho para empezar a alimentarla. El feminismo me enseñó a entender que mi cuerpo no podrá ser objeto de deseo para nadie más, si no es ante todo, objeto de deseo propio.

Macarena Gómez

Cuando se publicó Por qué volvías cada verano de Belén López Peiró supe que tenía que leerlo pero en ese momento (creo que fue por julio) no me animé. De alguna manera sabía que iba a ser un antes y un después. Cuando estalló lo de Thelma Fardín en algún lado leí que esta novela la había acompañado y fue como un recordatorio: “tenés que leerla”. Finalmente me propuse comprarla para tenerla en mi biblioteca, que estuviese ahí, esperando y hace poco me sentí lista para leerla.
Una vez que empezás no podés parar la lectura. Cada un par de páginas te tomás un segundo para tomar aire y seguir. Fue un antes y un después, sin dudas fue uno de los libros que más marcó mi 2018 y estoy segura que el de muchas otras también. Pienso en el marco social de este año y me imagino cuántas mujeres habrán pasado por lo que se narra en esta novela, lo que es vivir un juicio y todo lo que eso implica. Por qué volvías cada verano está lleno de fuerza y coraje y transmite eso, te hace sentir acompañada. Si no lo leyeron háganse ese favor, encima la tapa es una pintura de Belén y es bellísima.

Agostina Cincotta

La denuncia de Thelma Fardín contra Juan Darthes bajo el lema MIRÁ CÓMO NOS PONEMOS es un claro ejemplo de cómo el feminismo arma estrategias para desnaturalizar y defenderse de la violencia que sufrimos las mujeres durante años a través de la acción colectiva. Lo que pasó fue inédito. Thelma relató mediante un video lo sucedido y lo transmitió online para todo el país. Esto ocurrió en el marco del colectivo de actrices argentinas, unas 500 mujeres organizadas dándole su apoyo. Impactó porque le puso palabras la violación que vivió, sin tapujos, con detalles. Creo que fue justamente ese nivel de sinceridad el que hizo que la escucharan. Después de diez años, pudo nombrar y exponer el abuso. Que mi abuela conservadora de 93 años estuviera ese día viendo a Thelma en la tele, repitiendo en voz alta la palabra feminismo, es una llegada que nunca antes habíamos logrado alcanzar.

Además de la condena social que provocó su relato, el #MiraComoNosPonemos despertó una ola de denuncias por abusos, y no necesariamente de violaciones. Su video nos hizo reflexionar sobre los límites del consentimiento. ¿Cuántas de nosotras revisamos nuestro pasado y nos encontramos en situaciones de las cuales no queríamos formar y, sin embargo, terminamos cediendo?

La lógica del escrache tiene sus falencias y no las negamos, pero ¿cómo nos protegemos sino frente a un sistema judicial falente que no logra estar a la altura de nuestras necesidades? El feminismo tiene que ser un espacio de encuentro, de reflexión y de reajuste de estrategias. Destapamos una olla que nadie va a poder volver a tapar. Las pibas estamos juntas y organizadas, mirá cómo nos pusimos.

Ana Montes

Este año modelé en lencería para tres fotografes distintes pero hubo un encuentro que dio vuelta cualquier percepción que tenía sobre mí. Recibí las fotos con miedo porque no sabía cómo me iba a sentir, o sea, pensé que algunas me iban a gustar y otras no, como suele pasar pero para mi sorpresa me encantaron todas, esas donde aparece la panza con una forma extraña también. Fue la primera vez que me sentí linda. Linda sentada, linda parada, linda de espaldas, linda sonriendo, linda seria. Al mismo tiempo no pude evitar que se me llenara el cuerpo de angustia porque sé que no me siento así todos los días, que vivo con una tristeza constante sintiéndome menos.

Me entristece darme cuenta que en muchas ocasiones me he expuesto a cosas que no quería, cosas que me pusieron incómoda por sentir que no valía la pena o que era de la única forma que alguien iba a quererme o desearme.

Siento que con la cámara se logró capturar algo que yo ya había dejado de ver y estaré eternamente agradecida por volver a encontrarme. Ahora puedo decir que SOY HERMOSA y si bien lo escribo ahora y se me llenan los ojos de lágrimas, todavía no me lo termino de creer, sé que si desperté es porque voy a poder verlo otra vez.

Creo que el feminismo nos regaló esto a las pibas, ver que hay otra cosa además de ese mundo patriarcal en el que nacimos, nos dio el poder de vernos de otra manera, de poder aceptarnos y querernos, poder expresarnos.

 

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