I May Destroy You, ¿qué sigue después de una violación?

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Por Sofía Ronco
Ilustraciones: Camil Camarero

Cómo es la serie de HBO que reflexiona sobre el consentimiento y la violencia sexual luego de que una influencer fuera víctima de una violación.

Su peluca rosa pastel con ondas despeinadas le hace justicia a su personalidad: histriónica, extrovertida y un poco caótica. Arabella no es una persona que pase desapercibida. Pero su gran sonrisa se ve perturbada después de una noche de fiesta que termina con una violación. Procesar un trauma es un camino sinuoso que no se da igual en todas las personas. Con una mezcla equilibrada de drama, tensión y humor, I May Destroy You viene a recordarnos que lidiar con el dolor no es para nada simple, menos aún cuando no podés entenderlo.

12 episodios de media hora son el resultado de una mujer haciendo catarsis de lo que sufrió, y funciona como una terapia poco convencional para su creadora. Además de interpretar a la protagonista, Michaela Coel escribe, codirige y produce la serie que nació por una experiencia propia. La violación de Arabella en el primer episodio es practicamente una copia fiel de su caso. En 2016, mientras preparaba la segunda temporada de la sitcom Chewing Gum, también protagonizada por ella, Michaela se tomó un descanso para ir a un bar con un amigo. Alguien puso una droga en su trago, perdió la consciencia y fue violada. 24 horas después, con su celular roto y flashbacks del rostro de un desconocido, pudo reconstruir lo que había sucedido la noche anterior. 

En la ficción coproducida entre HBO y BBC, Michaela es Arabella, una mujer treintañera británica afrodescendiente que comenzó una carrera de escritora por accidente cuando sus tuits comenzaron a tener repercusión y fueron recopilados en el libro Chronicles of a Fed-Up Millennial (Crónicas de una millennial molesta). Al mismo tiempo que intenta terminar el borrador de su segundo libro, busca reconstruir su vida y se encuentra con que ya no puede ser la misma persona que era antes de sufrir esa agresión sexual. Su perspectiva cambió, ahora tiene que enfrentar no solo un trauma sino también una nueva versión de sí misma. “Antes de ser violada nunca le presté mucha atención a ser mujer. Estaba muy ocupada en ser negra y pobre. Osar observar el riesgo que mi sexo puede imponer a mi libertad y supervivencia parece una traición al barrio donde nací y me crié, donde las dificultades no respetaban los genitales”, lee Arabella a sus editores.

Shia LaBeouf, como parte de su tratamiento durante rehabilitación, escribió sobre sus primeros pasos como actor infantil y la relación con un padre abusivo y violento. Sus palabras mutaron al guion de Honey Boy, su película semi autobiográfica. En la ficción el actor interpreta a su padre y revive muchos momentos dolorosos de su infancia como una forma de lidiar con los traumas que esa parte de su vida le generó. Al igual que LaBeouf, Michaela pasó sus fantasmas de la realidad a la ficción, y escribió 191 borradores de la serie que la ayudaría a asimilar lo que le pasó. Para el dolor no hay método y hasta la pantalla puede ser terapia. 

¿Cómo sobreponerse después de un hecho traumático?

La creadora de la serie busca responder esta pregunta y deja en claro que no hay una sola manera. Con bastante realismo, pero sin caer en el morbo, la serie recorre distintas formas de abuso que incluso a les personajes les cuesta comprender. Cada une lo sobrelleva como puede. 

La protagonista no está sola en este proceso, sino que a medida que van pasando los episodios busca contención en distintos lugares: su mejor amiga Terry (Weruche Opia) y su amigo Kwame (Paapa Essiedu) la mantienen ocupada con distintas actividades recreativas recomendadas por su psicóloga; va a un grupo de apoyo de sobrevivientes a abusos y encuentra cierto confort en la impersonalidad que ofrecen las redes sociales. 

Para hacer sus recuerdos menos dolorosos, Arabella utiliza el humor, habla abiertamente sobre lo que pasó y pocas veces se da el lujo de mostrarse frágil ante otra persona. Kwame también sobrevive a un abuso sexual pero, a diferencia de ella, le cuesta contarlo, se vuelve introvertido e incluso temeroso. Aunque lo transiten distinto algo está claro, Michaela no tiene la intención de generar lástima en el espectador y representa a las víctimas como lo que son, personas. Personas que pueden cometer errores, ser egoístas, crueles, intensas. No hay victimismo, no se definen por lo que sufrieron pero si influye en ellos. 

Mediante las experiencias de les personajes, la serie casi involuntariamente nos pone a repensar nuestras relaciones. Lo que les va pasando tristemente no dista de la realidad. Que se saquen un preservativo sin avisar o que se aprovechen cuando estás vulnerable por el consumo de drogas o alcohol son algunas cosas que nos cuesta procesar como un acto premeditado porque recién ahora se están empezando a cuestionar y condenar. O porque simplemente es difícil admitirse a une misme que fue dañado. Michaela cuenta que al decirle a sus amigues que estaba escribiendo sobre su experiencia entendió que no estaba sola. “Ellos compartieron historias que me hicieron darme cuenta de lo común que era (…) que te roben el consentimiento durante las interacciones sexuales, y todas las diferentes formas en las que puede manifestarse. Estas ideas crecieron y dominaron mi propia historia, por lo que estoy muy agradecida porque me hizo comprender que estaba lejos de estar sola, y eso fue un consuelo para mí”.

La cultura del no consentimiento provoca que no podamos distinguir claramente algunas situaciones que atravesamos, y menos aún ponerles nombre. En I May Destroy You se le llama “el área gris del consentimiento” a esas agresiones sexuales que no están categorizadas por lo que cuesta identificarlas como abuso. En el Reino Unido, la tipificación de estos actos está bastante avanzada dentro de la “Ley de delitos sexuales de 2003”, pero el desconocimiento en la sociedad sigue siendo latente. Una de las escenas que demuestra explícitamente esto es cuando Arabella concurre a la policía, luego de haber realizado la denuncia por violación, para informarse sobre el avance de la investigación. Hablando con las oficiales asignadas a su caso admite estar sorprendida por la existencia de tantos tipos de agresiones sexuales que desconoce. Aprovecha esta conversación para hacer esa pregunta que socavaba su mente: ¿y quitarse el preservativo a escondidas? (práctica que se conoce como stealthing). A lo que responden confirmando su miedo: sí, es una violación. “El problema es cuando la gente no sabe qué es y qué no es un delito, y no lo denuncian. Y el que delinque queda impune”, dice la oficial.

La culpa no es tuya

Sentadas en un círculo, distintas mujeres comparten sus experiencias de abusos efectuados por hombres. Arabella, sentada en una silla de madera, juguetea con sus manos para calmar sus nervios y suelta “estoy aquí para aprender a evitar que me violen”. Imposible no sentir ganas de abrazarla. Cada vez que una mujer se anima a hablar sobre un abuso, las preguntas son las mismas: ¿por qué no lo contaste antes?, ¿por qué no lo denunciaste? Coexistimos en una cultura que busca razones para justificar a un violador. Una sociedad que le recuerda constantemente a la víctima que hizo algo para provocarlo.

En la serie, les que sufrieron abusos no se sienten culpables (o al menos no lo demuestran). Pero lo que sí vemos es ese entorno que busca culpabilizarlos. Cuando la investigación avanza, Arabella se ve obligada a contarle a su amante italiano que fue violada. Una situación que estaba evitando y que se hizo necesaria porque la policía lo iba a contactar para pedirle una muestra de su semen. La ventana de Skype en su computadora muestra al hombre gritándole acaloradamente por no ser más cuidadosa. Porque si ella hubiera prestado atención a su trago no habría sido violada. 

Que las redes te acompañen

Contemporánea de las maneras de relacionarnos, la serie no se olvida del papel protagónico que tiene el celular en la vida de millennials y centennials. Entre redes sociales, vivos y videollamadas Arabella va construyendo su vida paralela dentro de internet. Se exhibe como una fuerza indestructible, sin permitir que se note su lado más frágil. En Internet construímos un personaje, mostramos el costado bello de nuestras vidas. Porque pocos miran la pantalla de su smartphone buscando encontrar cuán triste está alguien o qué tan mal la está pasando. En su momento más triste, la protagonista encuentra en las redes esas personas que entienden a la perfección sus sufrimientos. Se vuelve a levantar y se pone el traje de vocera de una generación que vive desigualdades por su color de piel, clase y género. En la búsqueda de su nueva versión, se convierte en toda una activista digital. La creadora de la serie reflexiona sobre el rol que tiene la tecnología como herramienta de denuncia para las víctimas y hasta qué punto es sano utilizarla.

 La línea la traza en el uso desmedido de estas plataformas. A Arabella abocarse completamente a su personaje de influencer la consume y descuida las relaciones de su vida offline

Señoritas eran las de antes

Si hay algo que hace muy bien Michaela Coel es captar los códigos de las relaciones actuales donde el sexo gay, las parejas abiertas y la menstruación lentamente están saliendo de la sombra. La relación de amigas es más natural y se escenifica en la misma línea que su predecesora Girls (2012). Acá comparten baño mientras una se pinta y la otra orina, consumen drogas, transpiran, gritan, se pelean, se aconsejan y hasta hacen pis en la vereda después de una larga noche de boliche. Claro, señoritas eran las de antes, porque acá lo que vemos son mujeres que comparten vínculos semejantes a la realidad. Después de esta serie probablemente las amistades de otros programas empiecen a parecer demasiado protocolares. 

La experiencia de Kwame utilizando Grindr, la aplicación de citas para hombres homosexuales, también desmitifica la idea de que el sexo debe ir acompañado de algún otro tipo de vínculo emocional. Así, lo vemos concretar una infinidad de encuentros sexuales con solo un mensaje, sin pretender nada más que pasarla bien.

Desde hace apenas unos años las publicidades de toallitas empezaron a cambiar el líquido azul que demostraba la eficacia del producto por un rojo sangre. Porque al fin se enteraron que las mujeres no expulsamos sangre de la nobleza ¡que sorpresa! I May Destroy You toma las riendas incluso en este tema y sexualiza la menstruación. Cuando Arabella se dispone a coger con un chico que conoció esa noche, recuerda que estaba sangrando. Para él parece no ser un inconveniente por lo que deciden seguir adelante. Con una toalla en la cama posicionada debajo de la cola de ella para no manchar nada, él extrae muy suavemente el tampón de su vagina. Súbitamente se topa con algo que no conoce. Con un coágulo se abren las puertas a una conversación genuinamente curiosa y se cierran las del tabú.

La serie representa con éxito a una generación que está empezando a cuestionar el pensamiento binario de blanco o negro, bueno o malo. E invita a reflexionar sobre los tonos intermedios, esos grises patriarcales que se presentaron en algún momento de nuestras vidas amparados por la falta de reglas. Y sí, revivir esos hechos puede destruirte, pero la próxima vez vas a contar con las herramientas necesarias para identificar aquello que esté mal. Comenzar a nombrar esos grises es el primer paso para poder cambiarlos.

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