Por Eugenia Arribas
En medio del estreno de la película ¿del año?, reflotó el debate sobre qué ejemplo le dio a las infancias. Desde un ícono de la moda hasta la reproducción de un modelo hegemónico, la muñeca más popular supo ser todo esto y más.
Una tarde cualquiera jugando a intercambiar vestidos para las muñecas con amigas; hacerles peinados; ponerlas a tomar el té en la casita de madera; probarles tacos y ropa que aún no teníamos edad para usar. Probablemente ese recuerdo convive en la mente de miles de mujeres alrededor del mundo, especialmente en la de aquellas que fueron criadas en los ‘90 y early 2000. Esa muñeca que tiene un nombre que todo el mundo conoce y por la que cualquier sub10 lloró en la vidriera de una juguetería: ni más ni menos que Barbie.
Conocida por todes y -con el paso de los años- odiada por muches, formó parte esencial de la vida de todes les que tuvieron la posibilidad de jugar con una. Visto desde afuera, quizás suene ridículo, pero pocos vínculos serán tan fuertes como el de una nena con su Barbie preferida. Teniendo en cuenta esto, no sorprende el furor que generó la noticia de que Greta Gerwig (directora de películas como Little Women y Lady Bird) estaba trabajando en una versión live action de la muñeca más popular. El hype aumentó aún más cuando se supo que los roles protagónicos de Barbie y Ken estarían a cargo de Margot Robbie y Ryan Gosling (probablemente el mejor cast que veamos en años).
Sin embargo, la expectativa por la que muches auguran será “la película del año” no tiene que ver sólo con un elenco de lujo -que incluye a Michael Cera, Dua Lipa, Kate McKinnon, entre otres-, sino con todo eso que representaron las Barbies en la infancia y posterior adolescencia de quienes jugaron con ella. En los diversos teasers y trailers, se puede ver que la protagonista es expulsada de Barbieland y debe escapar al mundo real. ¿Es acaso esto un paralelismo con la entrada a la adolescencia y el dejar de jugar con muñecas? Viniendo de Greta, todo es posible.
Primero, un poco de historia
En los años ‘50, la empresaria estadounidense Ruth Handler se dio cuenta de que su hija prefería jugar con muñecas que presentaran características adultas y no infantiles, como las que se comercializaban hasta el momento. Casualmente (o no), en ese momento su esposo era uno de los dueños de la compañía Mattel, una empresa estadounidense dedicada a la fabricación y distribución de juguetes. Fue entonces cuando, inspirada en Bild Lilli, una muñeca alemana a la cual la empresa le compró los derechos, Barbara Millicent Roberts -nombre completo de Barbie- fue creada en honor a la hija de Handler.
El 9 de marzo de 1959 fue oficialmente lanzada a la venta en la Feria Internacional Americana del Juguete, y el resto no hace falta que te lo cuente, porque ya lo sabés. Con su peinado característico de la época y su icónica vestimenta intercambiable, vendió 350 mil unidades sólo en el primer año de producción. Mattel estima que se vendieron más de mil millones de muñecas en el mundo, en más de 150 países, lo que equivale a aproximadamente tres muñecas Barbie por segundo.
«Tú puedes ser lo que quieras ser»
Una cocinita, una tabla de planchar, un lavarropas. Las nenas estaban destinadas a jugar a eso, algo que de pronto se puede ver como una forma -no tan- sutil de prepararlas para el futuro de ama de casa y “mujer de bien” que les correspondía. Pero un día llegó ella. Un día todas esas niñas dejaron de jugar a ser madres para jugar a ser alguien.
Barbie, con su característico eslogan “You Can Be Anything”, le ofreció a todas la posibilidad de soñar, de tener ambiciones, de proyectar un futuro con muchísimas posibilidades abiertas. Desde veterinaria hasta periodista, pasando por médica, chef o maestra; un abanico de oportunidades abiertas ante los ojos de quienes antes no podían ni haberlo soñado.
La imagen de Barbie trascendió, y se volvió un ejemplo a seguir para cualquiera que jugara con ella. Sin embargo, su figura representó mucho más que profesiones nuevas y ropa coleccionable. La muñeca se construyó sobre un estereotipo de mujer perfecta, rubia, blanca y delgada. Los estándares de belleza hegemónica de la época (y no tan alejados de la realidad que se vive hoy) se plasmaron a la perfección en un objeto que le enseñaba a las niñas cómo tenían que ser.
Años después -y feminismo mediante- estos estándares alejados de la realidad le valieron la cancelación a la muñeca más famosa del mundo. Las ventas bajaron, las masas dejaron de identificarse con ella y la asociación con la marca tenía connotaciones negativas. Sin embargo, Barbie siempre supo cómo reinventarse y volver a sus orígenes: la representación femenina que necesitaba alguien que la identificara.
Ahí fue cuando la compañía montó un rebranding sin precedentes, en el que comenzaron a incorporarse modelos inclusivos. Así nacieron las Barbies afrodescendientes, las curvy y la reciente colección que incluye muñecas con prótesis ortopédicas, en silla de ruedas y con Síndrome de Down. Esta idea de representar a todas las mujeres del mundo repuntó la imagen de la marca, buscando cambiar el ideal perpetuador de estereotipos tóxicos al que siempre fue asociada.
De todas maneras, este rebranding no necesariamente supone la deconstrucción de Barbie, tal como plantea la autora Esther Pineda, en su libro “Bellas para morir: estereotipos de género y violencia estética contra la mujer”. Pineda plantea que “Mattel solo ha ampliado el espectro de sus estereotipos, incluyendo nuevas proporciones corporales y tonalidades de piel en sus estándares de belleza, para atraer como consumidoras a las niñas y mujeres que no se sentían identificadas con la Barbie tradicional». Y sostiene que, durante décadas, “Barbie ha recibido críticas por promover una imagen irreal del cuerpo de las mujeres, avergonzar y deteriorar el autoestima de las niñas con sus estándares de belleza inalcanzables».
El estreno de la película de Gerwig puso muchas expectativas en esta limpieza de imagen. El claro sesgo feminista en las producciones que dirigió y protagonizó demuestran su intención de darle una posición más importante a las mujeres, a la vez que analiza el lugar que siempre se les dio. Es por eso que “Barbie” (2023), que llegará a los cines de Argentina este 20 de julio, probablemente no sea la típica historia feliz que esperamos y a la que estamos acostumbrados, sino una exploración de todo lo que significa crecer, y el dolor que requiere hacerse cargo de lo que una sociedad espera de nosotros.