La desprolijidad del etiquetado frontal (de amigues)

Sin título-2

Por Sasha Bruni
Ilustración por Camil Camarero

Nunca, jamás de los jamases, en mis años de consciencia activa, entendí a la gente que clasifica amigues según sus necesidades. Nunca, eh. Y no quiero ni sentarme a entenderlo porque, básicamente, me parece una desprolijidad.

Voy a empezar aclarando los tantos, porque para oscurecerla siempre estamos todes: no estoy hablando de esas amistades que una se hace en redes o, NO SÉ, EN UN CLUB DE LECTURA. Hablo de esas personas que clasifican según para qué las necesiten. ¿Se entiende a lo que voy? Hay un hilo muy fino entre pensar que fulana puede entenderte más cuando hablas de laburo, o que mengana siempre tiene una forma muy entera y objetiva de decir las cosas, a de pronto hacer parecer al otro un recurso. Lo primero tiene más que ver con las cualidades que hayamos adquirido con el tiempo y las diferentes enseñanzas que hayamos tenido como sujetos. Podés saber escuchar, saber decir, saber resolver, saber hacer. Pero lo segundo es de, permítanme expresarlo barrialmente: sorete.

Te entiendo si querés salir y tirás un mensaje a ese grupo medio random que tenés archivado para caer e intentar salvar esa noche que se viene más a pique que la economía argentina. Lo que no entiendo es que de eso, hagas uso y abuso. Por ahí se me cruza pensar que es la manera que tienen algunos alguienes de pararse frente a la amistad.

Les que nos criamos en un pueblo tenemos una perspectiva más reducida de lo que es eso, salís con veinte personas, te reunís con quince, cenás con doce, en tu casa duermen siete, para ir al colegio de pasada buscar a tres, pero nunca etiquetando –al menos en mi caso– para qué te es útil cada persona. En todo caso te sirve ALGO, como el shampoo para lavarse las mechas, pero una persona no te tiene que ser útil para algo. ¿Eso no es cosificar o, por llamarlo de alguna manera, reducir a lo más ínfimo a una persona en pos de tus intereses?

Les amigues que me hice en capital son les mismes que cuando llega de visita mi mamá a mi casa terminan compartiendo algo con ella también, son les mismes con les que organizo todo: salidas, cafecito, vinito, comidita, etc. Les mismes que conoce mi novia o incluso, en los que pienso cuando se me ocurre un plan al aire.

Y me enojo porque no creo que a las personas les haga bien saber dónde las ubican, como si todo se tratara de un mueble. Incluso a vos, si sos de esos, no te gustaría una etiqueta que diga: el amigo al que llamo porque siempre pone casa, siempre paga todo, siempre puede prestarme algo.

Pienso también que es un enojo que me hace darle otra posición a mis cosas. Y mientras más ahondo, más me doy cuenta de que es algo que viene de la mano de la supervivencia o la adaptación. Pero así mismo, ¿no es algo que tarde o temprano te hace tener que laburar un poco los vínculos? ¿No es, acaso, una forma de habitar la amistad desde la defensiva? ¿No es un atentado hacia vos? ¿No es una forma terrible de no saber surcar la soledad? Me brotan preguntas de todos lados y no quiero responderlas yo, ya charlé mil veces esto con todas mis personalidades maso. Respondetelas vos. A veces salva preguntarse.

Newsletter de Beba

Newsletter de Beba