Por Juana Giaimo
“Bienvenidos a este espacio en donde las niñas pueden bailar”, dijo Ximena Sariñana antes de empezar su primer recital en Buenos Aires en diez años. Sentada al piano frente al público de Niceto, empezó a tocar “Mediocre”, esa balada de su primer disco con la que es fácil identificarse. “Y me sentí tan esencial, qué ingenua”, cantó con una voz potente y frustrada.
Foto: Agostina Cincotta
Si esta canción de su debut es de desconfianza y deja entrever una autoestima lastimada, su nuevo disco se aleja de esta posición y, en cambio, celebra los sentimientos. El título, ¿Dónde bailarán las niñas?, es más que sugestivo porque se alinea y se enfrenta con dos discos de bandas clásicas mexicanas de hombres. Por un lado, en 1992, Maná sacó ¿Dónde jugarán los niños?, y, en 1997, Molotov sacó ¿Dónde jugarán las niñas?. Mientras los primeros nos invadieron con sus canciones de amor demasiado melosas en donde la mujer está puesta como un objeto de adoración, los segundos directamente son expertos en la homofobia y en la misoginia — les dejo una parte de “Quítate que ma’sturbas” para que se espanten: “Y lo dejas con la pinga bien parada/ Y a la hora de la hora ya no le chupaste nada/ Por eso te dejo mojada, un poco vestida y muy alborotada”.
Foto: Agostina Cincotta
Estos discos no eran espacios en donde las niñas podían bailar, entonces Ximena se propuso armar ella misma ese espacio. Después de la primera mitad “Mediocre”, apareció la banda entera y la canción se transformó: su voz se agrandó y parecía que se iba a comer el mundo. Siguió con “¿Qué tiene?” uno de los sencillos del último disco, con un ritmo suave y cálido y una letra que celebra ese baile no estructurado que libera. En el recital hubo dos invitadas. Primero, apareció Natalie Pérez para tocar “Si tú te vas”, una canción en donde ya no se echa la culpa a sí misma por creerse especial, sino que reconocen su valor y prefieren estar solas antes que mal acompañadas. Después, apareció Silvina Moreno para cantar juntas “Pueblo Abandonado”, en donde las dos se divertían, jugaban y se reían, mirándose y conectando con el momento.
Foto: Agostina Cincotta
El recital estuvo principalmente basado en su último disco y en solo en pocas ocasiones tocó canciones de sus álbumes anteriores. Cuando empezó el bajo grave de “Sin ti no puede estar tan mal”, ya se sintió una atmósfera diferente en el público. En esta canción, la tristeza y el dolor van de la mano del empoderamiento, y representa ese momento en que una puede llegar a decir: “Te extraño, pero puedo sobrevivir”. Además tocó dos canciones más de su debut: “No vuelvo más” y finalmente cerró el show con “Vidas paralelas”.
Foto: Agostina Cincotta
A lo largo del recital, sentía que la forma de moverse de Ximena Sariñana en el escenario no se diferenciaba a cómo una puede bailar en su propia habitación cuando está a solas: un poco desprolija, a veces tirando unos pasos con sus dos tecladistas y coristas que podrían ser nuestras amigas, haciendo caras un poco graciosas, y sintiendo el ritmo dentro del cuerpo sin que importe mucho que estuviera frente a una multitud. En el fondo, ella es todavía esa niña que baila en la habitación, pero ahora ya no está más encerrada: ahora las niñas bailan y bailarán por siempre en el escenario.