Por Leticia Arieta
Fotos de archivo
En Argentina, comprar un libro se convirtió en un lujo al que cada vez menos gente puede acceder. ¿Cómo sobrelleva la industria editorial una nueva crisis cuando el Estado da una batalla contra la cultura?
Hasta el momento de arrancar a escribir esta nota –un tercio del año 2024– llevo leídos 7 libros. No considero que sea mucho, ni muy poco, diría que podría ser bastante promedio considerando las vacaciones y el tiempo libre. Tampoco fueron demasiado largos –entre 200 y 500 páginas la mayoría, a excepción de 2 que pasaban por poco las 800–. Estas lecturas cuestan aproximadamente en total, 150 mil pesos argentinos, cerca de un sueldo mínimo, vital y móvil. Aproximadamente unos 120 dólares por estas fechas.
En Argentina comprar un libro se convirtió en un lujo al que cada vez menos gente puede acceder. La crisis en el mundo de las librerías y editoriales no puede darse un respiro, especialmente con las medidas poco amables con la cultura que propone el Gobierno y una inflación que afecta prácticamente todos los costos de manera directa o indirecta.
“Lo que suele encarecer más la producción de libros suele ser el coste industrial, es decir, el papel y la impresión. De esos dos costos suele ser el del papel, el que se encarece a una mayor velocidad, porque está atado directamente al dólar, además aumentó mucho con la devaluación. Otras variables que tienen que ver con otros aumentos que vemos en la economía que tiene que afrontar una editorial: alquileres, servicios, fletes, transporte etc”, explicó Ezequiel Fanego de Caja Negra Editora.
Si bien en la superficie podemos decir que se trata de las consecuencias de la crisis económica en las industrias culturales, no se puede obviar el aspecto político detrás: el DNU 70/2023 y la intención de derogar la Ley 25.542 de Defensa de la Actividad Librera, impulsada por la Cámara Argentina del Libro y sancionada en noviembre de 2001.
Mónica Dinerstein, presidenta de la Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI), y dueña de la librería Tiempos Modernos, en diálogo con Beba, insistió en que “sin ley de defensa a la actividad librera no hay bibliodiversidad. Desde que tenemos la ley en el año 2001 se triplicaron las editoriales independientes y se duplicaron las librerías independientes, permitió un enorme crecimiento”. Dice, entre otras cosas, que un libro se vende al mismo precio en cualquier lugar y punto del país. Con su derogación, el que pierde es el lector fundamentalmente porque las pequeñas editoriales no pueden subsistir o competir frente a los grandes grupos editoriales”. El caso de Inglaterra resuena entre las voces de las y los libreros argentinos hoy ya que –hasta 1995– tenía una ley similar a la argentina. Tras su eliminación más de un 30% de las librerías independientes debieron bajar sus persianas.
Toda la campaña del oficialismo durante las elecciones 2023 hizo fuerte hincapié en no solo en dejar en segundo plano el área de la cultura, sino en explicitar que lleva una batalla contra ella, y hoy eso no cambió. En un país donde la venta cayó en el primer trimestre del año en un promedio de cantidad de libros del 40%, se derogan leyes que podrían mantener viva la industria editorial independiente.
“Es una situación sin precedentes para nosotros. Si bien ya venimos lidiando con alta inflación hace muchos años –como todos los rubros–, hay un factor que también es la primera vez que enfrentamos que es el hecho de que los ingresos están totalmente desacoplados de esta inflación, y que no se vea ninguna voluntad del Gobierno por acomodar este desacople, ni tampoco por compensarlo o generar medidas que contribuyan a la posibilidad de compra. Entonces estamos viendo una caída en las ventas, por lo menos desde que nosotros existimos como editorial nunca antes vista. Y no se ven en el horizonte ni la voluntad ni las medidas como para corregir esta situación”, expresó Fanego.
Dinerstein acordó en que no se trata de un fenómeno únicamente económico: «Yo hace 54 años que estoy trabajando en el negocio de los libros. Viví todas las crisis que se te puedan ocurrir. El 2001 fue el peor diciembre en la historia de la librería pero de todos modos mi sensación es que fue diferente. Esto no es solo económico, este es un gobierno que no está interesado en la cultura. Pero lo único que nos queda es unirnos y seguir peleándola”.
En el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires –el evento literario más importante del mundo de habla hispana– estos reclamos de parte de la industria editorial se intensifican y se hace más visible el aumento de precio. La Fundación del Libro, en palabras de Alejandro Vaccaro, cuestionó al Presidente de la Nación, Javier Milei. Se refirió a las políticas del oficialismo como un “ataque despiadado a todas las expresiones culturales, sin justificaciones económicas pero respaldada por un sesgo ideológico enorme”. Agregó que la FILBA es “un faro cultural en el medio de la oscuridad» y «un sostén democrático y plural en donde hay lugar para todas las voces y pensamientos».
La Feria del Libro, los trabajadores de la cultura literaria –al igual que los de otras áreas– y escritores hoy están en guardia para defender al país con la mayor red de librerías de Latinoamérica. “Nosotros tenemos muy claro que somos comerciantes pero vendemos un producto que es diferente al resto. Cuando alguien entra a una librería y el librero recomienda un libro, consideramos que somos agentes culturales. Formamos lectores. Que todos nosotros como lectores podamos decidir que leer es un derecho adquirido”, agregó la presidenta de la CALI.