Les gordes no entramos

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Por Cinthia Giselle Dalama
Foto: Trinidad EspĂ­ndola

Una de nuestras cronistas participĂł del Taller de Activismo Gordo en el 34Âş Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No Binaries que se realizĂł este fin de semana en La Plata y saliĂł enojada.

10 por 4 es 40. 10 es el largo, 4 es el ancho y 40 son los metros cuadrados que tenĂ­a una de las aulas del segundo piso que nos asignaron para el Taller de Activismo Gordo en el Bachillerato de Bellas Artes. HabĂ­a mĂĄs de 100 personas adentro.

En esas condiciones debatimos e intercambiamos experiencias. Al margen de que el concepto de accesibilidad no existe para la ComisiĂłn Organizadora, tambiĂŠn invisibilizaron las limitaciones de nuestros cuerpos. Parece que no fuimos les Ăşniques: estĂĄbamos ante un panorama de exclusiĂłn y olvido de todas las identidades disidentes y originarias.

El primer dĂ­a subimos un piso por escalera y nos dieron dos aulas diminutas que se convirtieron en un pasillo y despuĂŠs en cuatro aulas: aĂşn asĂ­, desbordamos.

Con mi cuaderno y mi lapicera, y un montĂłn de ideas, estaba lista para discutir estrategias y planes de acciĂłn para afrontar la hostilidad del dĂ­a a dĂ­a de mi vida gorda. Lo que no sabĂ­a era que Ă­bamos a empezar de cero.

Les gordes no entramos. Parece un chiste tener que aclarar esto, porque es una obviedad, pero muches eligen mirar para otro lado. Tal vez no todo estaba perdido, asĂ­ fue como, esta vez, los talleres se llenaron de chiques de secundarios buscando herramientas e informaciĂłn porque sus docentes se niegan a hablar de gordura en sus clases, y les que no se niegan, les dicen que vayan a buscar su propia informaciĂłn. TambiĂŠn hubo personas de mĂĄs de 50 aĂąos prestando atenciĂłn y tomando notas para llevar un enfoque distinto a sus espacios. ParecĂ­a que todes venĂ­an a buscar informaciĂłn. El tema es que los talleres no son una fuente de capacitaciones, son un espacio para discutir y elaborar respuestas para afrontar una realidad, no son ni una herramienta ni un material, son un punto de partida donde tenemos que ir a hacer, no a buscar.

Estoy harta. Fue lo que mĂĄs repetĂ­ despuĂŠs de respirar hondo varias veces. Estoy cansada, sĂ­, estoy enojada, mĂĄs aĂşn, pero sobre todas las cosas, estoy furiosa. Quiero un espacio donde pueda sentarme cĂłmoda, que no se me duerman las piernas ni tener que hacer un millĂłn de maniobras para levantarme porque me tuve que sentar en el piso. Me parece bĂĄsico, asĂ­ como tambiĂŠn el derecho al trabajo, a la salud y a la vivienda que tanto reclamamos y que nos coartan. Por ahĂ­ no se nota, pero las sillas de las salas de espera, los asientos en el transporte pĂşblico, los ascensores, la ropa y los artefactos donde nos hacemos estudios mĂŠdicos tienen medidas. Medidas que no contemplan a los cuerpos gordos. Las puertas, las duchas, las baĂąeras y las escaleras estĂĄn hechas con base en una medida pautada sobre la mayorĂ­a. ÂżDe quĂŠ mayorĂ­a hablamos si no existe un estudio que tome medidas sobre la poblaciĂłn de nuestro paĂ­s? Resistimos, sĂ­, pero no estamos cĂłmodes.

Me sentí un poco observada, mirada, analizada. Era algo así como “vamos a ver a les gordes, a ver qué tienen para decir”. No tengo muchos espacios para sentirme menos incómoda con mi panza y mis rollos, y mientras esperaba intercambiar con otres gordes situaciones que nos oprimían, me vi respondiendo preguntas curiosas sobre inseguridades. “¿En algún momento te querés? ¿Cuándo empieza la autoaceptación? ¿Las dudas se acaban?”.

No somos un manual de procesos terminados y aceitados. Somos personas que sufrimos la espacialidad. Tal vez tengamos estrategias, tal vez no y la pasemos mal. Tal vez es hora de escuchar y confiar en nuestro propio cuerpo y dejar de preguntar sobre la subjetividad.

A media hora de terminar el taller, cuando una horda de personas se empezĂł a parar e irse, se escucharon testimonios de personas gordas. Lo que fui a buscar, el intercambio sobre el cual nos sirve trabajar, para poder marcar agenda e ir en pos de una cotidianeidad un poco mĂĄs diversa e inclusiva.

Hablamos sobre el deseo. La construcciĂłn del deseo y la polĂ­tica de desear. Y ahĂ­ me hubiese gustado escuchar a todes les que estaban, saber cĂłmo construyen esos campos, pero nadie hablĂł. Nadie de todes les que vinieron a escuchar hablĂł de su deseo sobre los cuerpos gordes. Porque la Ăşnica duda era sobre sentirse deseades, y no sobre desear. TodavĂ­a tenemos una posiciĂłn pasiva del deseo: somos inertes y estamos esperando para complacer a le otre.

Me siento en un lugar oscuro. Me siento con muy pocas esperanzas. Veo muy poco esfuerzo colectivo y mucho individualismo y meritocracia, supongo que es lo que nos deja el neoliberalismo: esa sensaciĂłn densa de que para estar bien y sentirnos cĂłmodes con nuestros cuerpos nos lo tenemos que ganar. Parece que hay que hacer algo grande que involucre a muches, si no, no cuenta. No se dan cuenta de que a veces el poder estĂĄ en esa charla de ascensor con une vecine que no entiende por quĂŠ mostramos tanta piel y no nos escondemos mĂĄs.

El amor propio me da nĂĄuseas y la autoaceptaciĂłn tambiĂŠn. Me comĂ­ un montĂłn de historias de quererse a une misme y ahora tengo panza y estrĂ­as. Mientras algunes estĂĄn en esos torbellinos llenos de subjetividad, acĂĄ estamos nosotres intentando que no nos responsabilicen por la mala distribuciĂłn del alimento. Es violencia que atribuyan nuestra gordura a la comida y que nos relacionen directamente con ella por eso.

Fueron mĂĄs de seis horas donde hablamos sobre el dolor y el sufrimiento de ser gordes. De cuestionamientos internos y externos. Seis horas de admitir que habĂ­amos sido abusades, que habĂ­an ejercido violencia bajo un sistema regulador que nos dice que nuestro cuerpo estĂĄ mal y que tiene que ser distinto. Porque si hay una situaciĂłn de abuso constante en nuestras vidas es el disciplinamiento a travĂŠs de la comida. Un sistema que sabemos que no funciona, pero que aĂşn asĂ­ se utiliza en las infancias cometiendo doble injuria: negligencia y daĂąo permanente a nuestra salud. Ese sistema que se llama modelo mĂŠdico hegemĂłnico, que nos patologiza todos los dĂ­as y a nuestra gordura la llama obesidad y sobrepeso. Que nos mide por un Ă­ndice que se creĂł hace 200 aĂąos con el fin de explotar a trabajadores franceses.

La lucha es entre todes, aunque todavía no tengamos una estrategia definida. Llamamos a nuestres hermanes latinoamericanes a unirse a esta lucha, sabemos que están ahí y nos escuchan y leen en redes sociales, pero necesitamos de todes. “No hay nada mejor para une gorde que otre gorde” dijo Laura Contrera al momento de elaborar las conclusiones. Desbordamos grasa y enojo. Porque desde los feminismos nos siguen excluyendo en sus discursos: no quieren reconocer que la gordura está y vino para quedarse.

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