Masivos y machistas

Collage-Medios

Por Manuela Sisti
DiseĂąo: Camil Camarero

Analizamos cĂłmo, en plena campaĂąa electoral, la mirada patriarcal de los medios masivos de comunicaciĂłn no se toma descanso.

Luana es conocida por sus desventuras amorosas. Siempre con novios de alto perfil -con un poco de mala suerte en el camino- se las terminó arreglando para tener una carrera política prometedora. “La viuda del suicidado”, “la novia de Máximo”, “bonita”, “noviera” y “escaladora”. Así es como se contó la historia de la diputada provincial Luana Volnovich cuando trascendió su intención de renovar su banca en las próximas elecciones de octubre por la lista del Frente de Todxs. No es la única.

Hace cinco aĂąos, LatinoamĂŠrica tenĂ­a cuatro mujeres en el poder al mismo tiempo: Cristina FernĂĄndez de Kirchner, Dilma Rousseff, Michelle Bachelet y Laura Chinchilla ejercĂ­an simultĂĄneamente como mĂĄximas representantes de sus respectivos paĂ­ses. Hecho inĂŠdito en la reciente historia de la participaciĂłn femenina en polĂ­tica y -por ahora- Ăşnico.

En los 72 aĂąos de vigencia de la Ley 13.010, de sufragio femenino, en Argentina, solo dos mujeres ocuparon la silla presidencial de la Rosada: Isabel MartĂ­nez de PerĂłn y Cristina FernĂĄndez de Kirchner. Al dĂ­a de hoy, la representaciĂłn en el plano legislativo no es tan diferente. Si bien a partir de los noventa, la Ley 24.012 de cupo femenino mejorĂł las estadĂ­sticas, lo cierto es que la participaciĂłn de mujeres en ambas cĂĄmaras nunca llegĂł a superar el 45%. Es mĂĄs, segĂşn datos de ONU-Mujeres, dicha representaciĂłn en la actualidad llega al 42% en el caso de les senadores y al 38% en el de diputades. Los nĂşmeros empeoran cuando se observan los cargos ministeriales: Argentina se coloca en el puesto NÂş 64 en el ranking mundial de mujeres ministras. Dos de los doce ministerios del gabinete de Mauricio Macri son encabezados por mujeres: Patricia Bullrich en Seguridad y Carolina Stanley en Salud y Desarrollo Social. Y podrĂ­amos seguir.

ÂżRealmente no hay mujeres interesadas en participar activamente de la polĂ­tica? ÂżO es que no estĂĄn capacitadas? Las que estĂĄn interesadas y capacitadas, ÂżdĂłnde estĂĄn? Bueno, probablemente recibiendo el tipo de cobertura mediĂĄtica que recibe Luana o siendo quemadas en la hoguera de la tapa de revista Noticias. Cualquiera sea el caso, independientemente de la procedencia partidaria, el precio que pagan las mujeres por participar en el ĂĄmbito pĂşblico de toma de decisiones es el constante recordatorio de que ese, en verdad , no es su lugar y que, en el caso de serlo, serĂĄ en los tĂŠrminos del sistema patriarcal.

En 2017, mientras estĂĄbamos celebrando la ley de paridad, la igualdad de gĂŠnero parecĂ­a una pelea ganada. Lo mismo pasĂł en 1991 cuando celebramos la ley de cupo o en 1947 con la ley de sufragio femenino. Los avances en cuanto a adquisiciĂłn de derechos resultan insuficientes cuando la sociedad sigue limitada por los estereotipos de gĂŠnero, la generizaciĂłn de roles y los micromachismos. AsĂ­, las libertades civiles y polĂ­ticas conviven en una tensiĂłn constante con los mandatos respecto de lo que es esperable -y no- de una mujer.

SegĂşn el informe elaborado por EconomĂ­a Feminista con base en datos de la Encuesta Permanente de Hogares correspondientes al segundo trimestre de 2018, a la masculinizaciĂłn del mercado de trabajo argentino se le suma el acceso restringido de las mujeres a cargos jerĂĄrquicos. Mientras que un 9% de los varones ocupados tienen cargos directivos o son jefes, solo el 5% de las ocupadas mujeres tienen ese tipo de puestos. Los datos tambiĂŠn muestran que los cargos en relaciĂłn de dependencia son mayoritariamente ocupados por mujeres, mientras que los varones son mayorĂ­a como cuentapropistas y emprendedores.

Los números no son casuales. Hablar de Volnovich como la “novia de Máximo” tampoco. La feminización generalizada de las tareas domésticas (cuidado de niñes y ancianes, limpieza, cocina, etc) impide que las mujeres accedan a los espacios de poder en igualdad de condiciones. La maternidad, por ejemplo, juega un rol central dentro de las limitaciones que encuentran las mujeres para aspirar al crecimiento profesional. Y, no, no es un comentario feminista cliché. Es un hecho que se transparenta en culturas organizacionales de selección de personal, licencias por maternidad/paternidad con sesgos de género, etc. El techo de cristal está definido, entonces, por la capacidad de compatibilizar el trabajo doméstico con el empleo remunerado por fuera de casa. Y no todas pueden hacerlo.

Pero incluso sentarse en la mesa donde se toman las decisiones parece no ser suficiente. Porque no se trata Ăşnicamente de lidiar con los techos de cristal, sino tambiĂŠn con tener que ser simultĂĄneamente Miss Universo, la Virgen MarĂ­a y, por ahĂ­ mejor, un tipo. El largo de la pollera, el pelo, el makeup, el talle, el tipo de corpiĂąo, la altura, la dieta, calza sĂ­ o no, el tono de voz, el marido, el amante, les hijes, niĂąera cama adentro o cama afuera. Para aquellas que se dedican activamente a la gestiĂłn de gobierno o se candidatean para un cargo, la cobertura mediĂĄtica misĂłgina es un denominador comĂşn.

La sección “Espectáculos” de los diarios y revistas habitualmente reflexiona en torno a la vida privada de les famoses: la tanga infartante de Sol Pérez, la última vez que Pampita tuvo sexo o el embarazo de Eva de Dominici. Sin embargo, este tipo de reflexiones se reproducen, también, en la cobertura que hacen los medios de las elecciones y del mundo político cuando se habla de mujeres. El límite entre los asuntos de lo público y lo privado -las secciones de “Política” y “Espectáculos”- no es tan claro cuando el tema son las feminidades en ejercicio político. Entonces, solemos escuchar entrevistas a candidatas donde se les pregunta si hicieron dieta, cambiaron de look para la campaña o quién se va a quedar con los chicos. O si se consideran más bonitas que sus oponentes. O si prefieren los colores neutros o los estampados.

Existe un esfuerzo constante por parte de los medios de comunicaciĂłn en reivindicar los valores de la domesticidad en el caso de las mujeres polĂ­ticas. Algo asĂ­ como un recordatorio de su condiciĂłn latente de objeto (sujeto) a disposiciĂłn y opiniĂłn de otres. MĂĄs allĂĄ de que tengan su lugar en la foto, estĂĄ ahĂ­. Este tipo de discursos micromachistas corre el foco del anĂĄlisis hacia estereotipos implĂ­citamente discriminatorios que reproducen la desigualdad de gĂŠnero restringen su capacidad de agencia y reducen sus competencias. AsĂ­ es como se pasa de tener 20 aĂąos de militancia y trayectoria a ser simplemente “la viuda del suicidado” o “la novia de MĂ ximo”. Los casos, lamentablemente, son muchos: Malena Galmarini es conocida mĂĄs bien como “la esposa de Massa” – literalmente asĂ­ es como aparece en Google Search-; Victoria Donda, tambiĂŠn llamada la ÂŤDipuSexÂť por usar escote; Elisa CarriĂł, descrita como la “gorda” de forma despreciativa; Ofelia FernĂĄndez, “demasiado jĂłven para ser candidata”; VerĂłnica Magario y MarĂ­a Eugenia Vidal, ambas catalogadas de “histĂŠricas” por sus opositores. Por si quedaban dudas, sĂ­, esto es un tipo de violencia de gĂŠnero.

Hace unos días, el diario La Nación lanzó un proyecto audiovisual en su canal de Youtube bajo el nombre “Candidatas”. A simple vista, parece una buena idea. Se trata de un ciclo de entrevistas cortas a candidatas para conocer más sobre ellas y sus propuestas. Los videos empiezan con la voz en off de Mariana Arias: “Cada vez más mujeres ocupan roles clave en la escena política. ¿Cómo son? ¿Cómo piensan? ¿Cuál te representa?”. Ok, hasta acá todo bien. Lo curioso de este proyecto es que el tradicional diario busca reinventarse con una nueva herramienta de la plataforma digital que permite que le usuarie elija qué video quiere seguir viendo. Algo así como un “elige tu propia aventura” millennial. Luego de una intro presentando a la entrevistada, se abren dos opciones: “La vida privada de X” o “La vida política de X”. La decisión de profundizar en uno u otro aspecto está a un click de la persona que esté mirando. “Por primera vez en una entrevista política vas a poder elegir qué querés conocer: su vida pública o su vida personal” dice Arias. Y así es cómo el mandato patriarcal mata una buena idea: otro medio de comunicación tradicional fracasando en el intento de actualizar su contenido al cambio cultural. Incluso desde la decisión estética, la portada de cada uno de los videos cambia según su argumento: en “La vida privada” hay tonos más cálidos, con imágenes de la candidata sonriente y descontracturada; en “La vida política” se la ve seria y con un fondo azul. El hecho de dar a le usuarie la posibilidad de elegir ver una u otra cara de la misma persona da cuenta de las resistencias que el sistema mediático impone ante la ocupación de espacios de poder por parte de identidades que no sean varones. ¿Es relevante saber cómo Graciela Camaño conoció al marido? La verdad que no. Pero si se le va a dar voz a una mujer en los medios será, en primer lugar como mujer y, luego como candidata.

Si bien se trata de un fenómeno que trasciende programas políticos e ideológicos, la misoginia es usada en ciertos casos también como un mecanismo de deslegitimación de los discursos que no son funcionales a los poderes hegemónicos tradicionales. Es posible ver, entonces, cómo se cristaliza la interseccionalidad de género y clase en estos casos donde la figura de las dirigentes del campo popular es definida con base en su relación con un varón, mientras que las que no se identifican como “progresistas” son definidas según su cargo o experiencia profesional. La cuenta Deconstrucción Mediática ya lo venía denunciando. Una evidencia más que confirma que la opresión de género no es ajena a la opresión de clases.

La degradaciĂłn a travĂŠs de estereotipos funciona como herramienta de aleccionamiento y disciplinamiento ante la incipiente participaciĂłn de mujeres en los procesos de toma de decisiones. En este sentido, la violencia machista cobra otra forma menos visible y mĂĄs naturalizada, pero no menos peligrosa. ÂżQuĂŠ tipo de mensaje pretende transmitir una nota que cubre una disputa de poder entre referentes polĂ­ticas como el resultado de la envidia de una hacia la belleza y juventud de la otra? ÂżQuĂŠ tipo de mensaje transmite a las futuras lĂ­deres de nuestra generaciĂłn?

A simple vista, pareciera que la participaciĂłn polĂ­tica de las mujeres es una trampa. QuizĂĄs sĂ­, pero la conquista progresiva de derechos no lo es. Como tampoco lo es el hecho de que cada vez mĂĄs mujeres -e identidades diversas- abran lugar para habitar espacios que no siempre estuvieron ahĂ­. A partir del 10 de diciembre de este aĂąo los efectos de la ley de paridad van a a empezar a ser lentamente visibles. Y si bien ser mujer no implica ser feminista, mĂĄs mujeres en el poder implican la posibilidad de deconstruir y reconfigurar modelos de liderazgos tradicionales para empezar a pensar otras formas del ejercicio del poder. Aquellos medios de comunicaciĂłn que puedan reconocer esta nueva realidad a tiempo van a ser los que tengan la primicia para contar la historia del cambio social.

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