Por Isidro Blanco y Valentina Sosa Patrignani de Consciente Colectivo
Fotografía por @milischutz
Este último tiempo, estuvo y está siendo marcado por la agenda ambiental. La crisis climática es tomada una vez más como eje discursivo por todos los medios existentes, lo vemos en redes, en las noticias, y también en lo diario de nuestras vivencias. El incendio de los humedales del Delta, la Marcha contra el Cambio Climático y la próxima Cumbre del Cambio Climático, son los temas más calientes. El problema es que el planeta está cada vez más caliente y se necesitan acciones urgentes para evitar que el impacto del cambio climático sea peor. Estamos, casi, en el punto de no retorno y debemos reclamar a todas las esferas gubernamentales imponerse con más ambición para luchar contra la abrasión generada por el cambio climático. En este contexto, se desarrolló el C40, El Grupo de Liderazgo Climático, constituido por Alcaldes de más de 100 ciudades del mundo que unen fuerzas para reducir las emisiones de carbono en la atmósfera y adaptarse al cambio climático, donde se abrió un espacio de discusión para hablar sobre estos temas.
Este año, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fue la elegida como sede de dicha cumbre, esto trajo una oportunidad para exigir a los gobernantes que se cumplan con los objetivos climáticos, y para diseñar ciudades y modos de vida saludables, resilientes y sostenibles. Los planes y las estrategias que se establecieron en el marco de la cumbre deben implementarse y no quedar, como siempre, traspapelados entre documentos de poca trascendencia. El diálogo puede generar transformaciones, pero no es suficiente. Se necesita acción efectiva y real.
Se estima que alrededor del 50% de la población mundial vive en áreas urbanas, pero este número crece al 81% para América Latina y el Caribe. No es sorprendente que el Acuerdo de París haya resaltado el rol clave de las ciudades para atender la crisis climática. Los centros urbanos son responsables de más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), dado su uso intensivo de energía en transporte y residencias.
A su vez, las ciudades son altamente vulnerables a los efectos del cambio climático y la mayor parte del crecimiento urbano está concentrado en zonas “riesgosas”, un claro ejemplo es el gran número de ciudades costeras y la amenaza constante del crecimiento del nivel del mar. Además, a esto se le suma el mal diseño o planificación urbana, otro factor que aumenta los riesgos significativamente.
Las poblaciones sin seguro, poco informadas y relativamente inmóviles son las que reciben mayores impactos, y quienes son más vulnerables al cambio climático son aquellas personas con menores recursos económicos. Para el caso latinoamericano, como la región más desigual del mundo, es especialmente difícil por el número de personas vulneradas que viven en situaciones precarias, más expuestas a los impactos del clima.
Los espacios urbanos pueden, y deben, adoptar estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático. Sin embargo, algunas estrategias de mitigación entran en conflicto con medidas de adaptación y viceversa; por eso es importante “balancear” las políticas. El concepto de resiliencia urbana también es clave. Se la define como el grado de tolerancia de una ciudad a alteraciones, antes de reorganizarse por nuevos procesos y estructuras. La planificación del espacio es una herramienta útil de mitigación y adaptación, es así que el planeamiento urbano se ha vuelto relevante para la idea de resiliencia, por ejemplo, se ve en el mismo una utilidad sin precedentes para abordar los riesgos de inundación.
Otro aspecto importante es que las ciudades son centros de actividad económica, lo que implica una concentración de alta intensidad energética. Ahí, la mitigación es fundamental para reducir las emisiones de GEI. Fuentes de energía alternativas y mayor eficiencia en el transporte y residencias son algunas de las medidas más comunes de mitigación. De todos modos, no hay que olvidar que la organización del espacio es un elemento central. Aumentar el número de edificaciones concentra más el calor ante los aumentos de temperatura, lo que tiene varias consecuencias que propician el aumento de las emisiones de GEI. Además, mayor densidad poblacional puede causar problemas de drenaje y cloacas, por razones como estas es que se necesita pensar estrategias de adaptación que aseguren la resiliencia ante inundaciones u olas de calor.
Por otra parte, la preservación y restauración de espacios naturales en las ciudades es imprescindible para contrarrestar los impactos de la crisis climática. Por ejemplo, los humedales son grandes aliados contra el cambio climático. Ayudan con la mitigación porque son sumideros de carbono, es decir, absorben el dióxido de carbono de la atmósfera y lo almacenan. También son importantes para la adaptación, dado que absorben y previenen inundaciones, además de moderar las olas de calor. En la Ciudad de Buenos Aires, varios humedales están en peligro.
El impacto de la crisis climática es específico a la ubicación geográfica. Además, el tipo y la severidad del impacto depende de la ciudad o el barrio, es así que, factores como la altura de las edificaciones, disposición espacial, materiales y más, influyen en la capacidad de la ciudad de mitigar y adaptarse. Por eso es importante basar los planes y medidas en datos según las necesidades.
La cumbre del C40 debió tener en consideración todos estos aspectos y servir como un ámbito para visibilizar la desigualdad e injusticia del cambio climático en su totalidad. Se trata de un problema generado, principalmente por las ciudades y los países más ricos, pero sus consecuencias impactan en mayor medida en las ciudades y países más pobres, que en definitiva, son les que menos contribuyeron con el problema. Por lo tanto, que los gobernantes y representantes de las ciudades más perjudicadas por el cambio climático soliciten financiamiento para implementar medidas de adaptación y mitigación a los gobernantes y representantes de las ciudades más ricas, es hacer valer el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, tan importante en materia climática.