Por Ayelén Cisneros
Antiespecismo y veganismo, dos conceptos que dieron vuelta en uno de los talleres rebautizados «conversatorios» del Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No-Binaries que se realizó hace una semana en La Plata.
Cuando camino hacia mi trabajo veo un cartel que me queda dando vueltas por la mente un rato largo: «Somos la especie en peligro de extinguirlo todo». Por lo general la cadena de pensamientos que le sigue en mi mente es: contaminamos nuestro planeta, extinguimos animales, se van a morir todos los pandas, nos matamos entre nosotres, dejamos que otres mueran de hambre, todes, incluides yo, comemos animales (no humanos). Para que esos animales que comemos se alimenten, la industria ganadera tiene que producir soja y derivados. Con el monocultivo de soja se destruye la tierra. Por lo general, trato de hacerme la boluda en este punto porque la negación es una de las maneras para seguir adelante con nuestros hábitos. Fui vegetariana durante tres años, no puedo decir que no lo intenté, pero me sedujo la idea de seguir comiendo carne. Es cómodo, pero me sigue haciendo ruido.
Estuve días para decidirme qué taller hacer en el Encuentro. Todos me resultaban interesantes por su contenido, no tanto por los títulos que parecían un tanto anticuados: Mujer y trabajo, Mujer y salud mental, Mujer, relación con el cuerpo, etc. Parecían el título de una nota de Para Ti de 1995. Desde hace un tiempo se viene pidiendo con fuerza que el Encuentro se llame plurinacional y que en su nombre se incluya a las lesbianas, trans, travestis, bisexuales y no binaries. Porque lo que no se nombra no existe y es llevar al nombre algo que ocurre en la práctica. Los sujetos de los feminismos no somos solamente las mujeres cis heterosexuales (por suerte). ¿Por qué el evento más convocante de los feminismos en Argentina va a dejar de lado a les indígenas y a las identidades disidentes? La Comisión Organizadora no lo acepta, sigue enfocádose en el término «mujer». Obsoleto.
Al límite de viajar a La Plata, nos enteramos de que los 114 talleres planeados se convirtieron en 87 y los que quedaron afuera habían mutado a “conversatorios”. Entonces me puse a mirar la lista de los talleres censurados, los que por su importancia parecían merecer un espacio menor. Me interesa lo que queda al margen. Escraches, Ciudades feministas, Cuerpes menstruantes, Herramientas para liberar las emociones, Taller para niñeces, Infancias trans, Antiespecismo. Ajam, antiespecismo. Una voz interna me dijo “andá”.
En el aula una bandera colgaba de unas conexiones de luz: «NUNCA CALLADX/ NUNCA SOMETIDX/ DECLARANDO LA GUERRA AL SISTEMA FEMICIDA (acompañaba una A de anarquía cruzada por una V)». El conversatorio sobre antiespecismo empezó con una premisa: dejar en claro que no era un taller de veganismo. El antiespecismo es un concepto que puede devenir en veganismo como dieta y forma de relacionarse con lo que se consume.
Al especismo se lo definió como “un tipo de discriminación por parte de un grupo privilegiado a otro por razón de su especie”. Ser antiespecista es estar en contra de toda discriminación hacia los animales no humanos y de la opresión que les cae en consecuencia. Negarles su entidad de sujeto sintiente y cosificarlos es lo que permite que formen parte de nuestra alimentación, vestimenta, deportes, etc.
“Soy vegana hace cinco años, este taller me parece un paso muy grande para visibilizar la relación entre feminismo y antiespecismo. Hoy en día hay más feministas que son veganas, hay que empezar a charlar de esto, ponerlo en debate” me dijo Celeste, una participante desde la puerta del taller.
¿Por qué estábamos charlando sobre antiespecismo en un encuentro feminista? ¿Hay relación entre el feminismo y el antiespecismo? Durante las tres partes del taller (inicio, desarrollo y conclusiones) se debatió sobre esto. Como feministas pudimos ver la opresión del patriarcado sobre las mujeres, lesbianas, trans, travas, no-binares y otras identidades disidentes, entonces ¿por qué no podemos aceptar que existe una opresión que los animales humanos ejercemos sobre los otros animales? Me pareció bastante lógica la pregunta. Luego hubo debates en donde se comparó la violación de una mujer con la opresión a la vaca. Se habló de hembra humana y hembra animal. Ahí no hubo consensos y de hecho muches se indignaron.
“Acá venimos a repensarnos como sujetos de derechos y a empezar hacer justicia por otres que no tienen voz” me dijo Nicolina mientras agarraba su bici para irse a otras actividades del Encuentro. La opresión es la matriz a derrocar que une al antiespecismo con los feminismos. Dos luchas que pueden ir de la mano y que se vieron durante las dos jornadas que duró el taller. Une puede ser víctima de una opresión y ser opresore de otres.
Algo incomodaba a muches. Se sentía en el aire por los comentarios. Eso era la cuestión de clase. Varies comenzaban sus palabras con “sé que es un privilegio decidir qué comer” y seguido a eso “en los barrios pobres no se puede pedir que, si apenas tienen para comer, no coman carne”. Creo que otro punto de unión entre los feminismos y el antiespecismo es cuestionarse los privilegios desde la posición que une esté. Varies contaban que dentro de su activismo iban a merenderos o comedores y enseñaban y llevaban comida sin sufrimiento animal. Ignoraba ese tipo de acciones y en ese momento se rompieron muchos de mis prejuicios. La interseccionalidad de los debates de los feminismos se hacía presente en nuestro taller.
A la hora de pensar estrategias, la palabra que más se destacó fue la empatía. Apelar a personas empáticas para reflexionar sobre el sufrimiento de los animales. Que a esas personas el mensaje podía llegar de a poco. Algunes hablaron de poder estar enojades, que no todo es amor. Que por su alimentación, estilo de vida y activismo son juzgados todo el tiempo.
La educación es un espacio para tejer estrategias. Varies maestres hablaron de que intentan charlar con les niñes sobre el sufrimiento de los animales para que no los consideren juguetes. Todes sabemos que la institución “escuela” tiene como objetivo transmitir saberes, cultura, tradiciones y que el foco hay que ponerlo ahí.
“Hay que empezar a debatir quiénes son les dueñes de la tierra” dijo una participante. “Economías sociales”, “huertas orgánicas” dijeron otres. El objetivo es encontrar otras formas de producir y consumir sin explotación ni de trabajadores ni de animales.
También hablaron sobre el grupo de activistas que escrachó a una mujer que vendía choripanes en la movilización por el cambio climático. El tema de los privilegios volvía en loop. Acordaron que esos modos alejaban aunque pedían poder estar enojades. ¿El problema es de los individuos que comen carne o del sistema capitalista que encarna una ideología especista y que para eso promueve la industria cárnica? Esa pregunta no tuvo respuesta y me sigue dando vueltas. Puedo esbozar una especie de conclusión que tuvo el taller: claramente se necesita derrocar al sistema, pero las acciones individuales son puntos de partida y no pueden ser desmerecidas. Si todes bajamos el consumo de carne la industria se va a quebrar. Allí encontré un hilo. El antiespecismo es una ética. Una de las mujeres que tomó la palabra en un momento habló de “una revolución de la conciencia”. Noté que pocas personas hablaban desde un faro ético, lo celebré.
“Si nuestros cuerpos y nuestros territorios no son espacios a conquistar entonces los animales no humanos no pueden ser espacio de conquista y opresión por nuestra parte”. Hacia el final, las conclusiones se escribieron en dos papeles con el logo del ENM y un carbónico en el medio. Durante el taller se habló de no votar a quienes bancan a Monsanto. No hubo muchas más palabras sobre la política partidaria. Salí y me ofrecieron un sanguche de seitan. Lo comí. No probé carne por unos días, algo ronda en mi cabeza.