Cosas que me hubiera gustado saber antes de romper con mi mejor amiga 

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Por Camil Camarero
Ilustración: Camil Camarero

Una serie de ideas para sobrellevar el duelo con menos fama de todos los vínculos. 

Crecimos con tips sobre cómo separarte de tu pareja o cuando saber que una relación ya no va más. Hace ya unos años empezamos a rodearnos de nuevas terminologías entre las cuales encontramos lo que se entiende por “relación tóxica”, algo que nos llevó a replantearnos, por ejemplo, cómo reconocer que estamos ante una o cómo decirle a tu amiga que se aleje de esa persona. Esos consejos quedaron relegados generalmente para la pareja, pocas veces lo vimos relacionados a otros vínculos. 

En mi caso no sé si tenía una amiga tóxica, si sé que de la nada todo se distorsionó y empezamos a construir un vínculo que nos separó. Porque las dinámicas tóxicas no son culpa de une sole, se construyen de a dos. 

Saber que se podía

Para mí todo empezó cuando empezamos a priorizar los momentos lindos por sobre los complicados. Al día de hoy, los vínculos no se sostienen solamente desde el cariño o la nostalgia, el amor compartido es parte pero nunca la base y si todo lo demás se pone bajo la alfombra como si no importara, es probable que en algún momento hagamos implosión. 

Y la peor parte es que siempre explota con “cositas”, la gota que rebalsó el vaso. Da bronca que todo se tire por la borda por una boludes, pero sinceramente, ya estaba todo roto. 

No creo que haya algo más feo que experimentar la decepción en la amistad. Feo porque nadie sale ganando, en estos conflictos no hay una parte que esté bien y otra que esté mal, la expectativa nos traiciona, qué difícil es esperar algo del otro lado cuando no tenemos el control de su reacción. Al principio no registré ese momento, pero la decepción llamó a la desconfianza y ahí ya no hubo marcha atrás.

Saber que no era la única

Me costó mucho asimilar la pelea, por un lado quería creer que era una más de esas que surgen a veces, ya habíamos tenido otras discusiones pero en esta había algo distinto, las conversaciones tenían una pizca de desgano y agotamiento, y el arreglo ya era algo en vano.

Ella fue mi amiga toda la vida. Compartimos cursadas, objetivos, viajes, pijamas party, y deseos; conectabamos como hermanas y supimos acompañarnos en momentos donde la vulnerabilidad era demasiada. La idea de pelearnos realmente no me gustaba pero el cansancio me venció, hacer el click y dejar de intentarlo fue lo más difícil, sentía como si una parte mía dejara de existir.

Nos distanciamos un tiempo pero volvimos, tenía sentido, nos queríamos. Charlabamos, nos reíamos, nos mandábamos audios y nos contábamos cosas del día a día, pero ya no era lo mismo. Además volvimos a cometer el error de ponerlo abajo de la alfombra, la realidad es que ya no había nada más que decir.

Estaba inundada en un mar de preguntas, dudas y miedos. Me daba vergüenza hablar del tema. No entendía y tampoco sabía con quién hablar ni cómo contarlo. ¿Había que repartir culpas? ¿Cómo decirle a una amiga que te peleaste con otra? ¿En qué fallé? ¿Qué pasa si en realidad soy una mala amiga?

Saber que no estaba sola

Tomamos malas decisiones, hicimos comentarios fuera de lugar y nos fuimos llenando de inseguridades que terminaron por quebrarnos a nosotras y a nuestra parte más leal. Que crezcas con esa persona no significa que crezcas como ella, los intereses son distintos, los entornos cambian y ante la falta de comunicación, las cosas pasan. 

En medio de toda la bronca y el dolor, también tuve miedo. Se me cruzaba de alguna forma la idea de que a partir de ahora tenía que empezar de cero con otra persona. Por suerte no tardé mucho en reconocer que no estaba sola, que tenia un monton de amigas cuidándome aun cuando no lo sabía. A veces pasa eso, no tenemos el foco en el lugar correcto y algunas personas pasan en segundo plano, sabes que están ahí pero no sabes que están ahí. 

Saber que iba a estar bien

La peor parte de romper con esa amiga es cuando tus amigues en común te preguntan hace cuánto no hablas, si lo harías, si la extrañás, si la saludaste para el cumpleaños o si en una juntada hay que elegir a quién invitar. Es difícil porque es raro sentir que ya no hay vínculo, reconocer que estás mejor es duro y triste pero también sanador. No extrañar no invalida la relación linda que hubo antes, solo la pone en otro lugar. No dejé de preocuparme o de sentir cariño, ni siquiera me gusta hablar de romper, no es un drama de novela mexicana. Es solo una amistad que dejó de ser. 

A veces no es necesaria la separación, pero en nuestro caso seguir mirando para otro lado en función de preservar la amistad nos iba a llevar a odiarnos. Tampoco me cierro a la idea de volver a encontrarnos, ojalá en otro momento tengamos las herramientas para poder tener el vínculo que queríamos tener. 

Nos enseñaron mucho cómo ser amigues, cómo sacrificarse, cómo dar o cómo recibir; «si le querés, le aceptás con defectos y virtudes», pero cuando en realidad lo único que hacés es aceptar, cuando algo deja de hacerte bien, hay que saber poner límites.

Y ahí está la parte difícil de separarse de una amiga, tener que elegir cuidarse sobre cuidar.

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