Rotísima: de todo lo que no puedo ni debo comprar

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Por Agostina Almada
Ilustración por Victoria Scarrone

Indagando la manera que tenemos de relacionarnos con los influencers y los productos que venden en un contexto económico tan conflictivo.

Hace un año caí en la influencia de comprar zapatos por Internet con el código de descuento de una chica de instagram. Fueron de malísima calidad, innecesarios en mi armario, hasta dejé de seguirla con bronca y hoy vi una publicidad en Instagram donde ofrecían tres pares de zapatos por el precio de uno. Pasé 40 minutos pensando, mirando todos mis borcegos a medio romperse por caer tan seguido en este tipo de compras, y cerré la tienda online.

Después entré en una crisis, tal vez, tonta. Recurrí a todas mis amigas para hablar sobre nuestros sentimientos a la hora de comprar, y dramatizamos sobre todo lo que puede entrar en el carrito online, hasta llegar al mensaje adecuado: ¡BASTA! Es claro, no necesito zapatos de todos los colores, ni los vestidos que usan todes les influencers a les que sigo. Lo sé, lo entiendo. Pero al mismo tiempo, la idea de comprarme esas cinco prendas esenciales y elementales que supuestamente necesito para estar «bien vestida» todos los días de mi vida está muy presente. Crecí con videos de youtubers que reciben cajas enormes de productos variados, los tan famosos hauls, y esto siempre me hizo soñar con ser ellas, que les caen del cielo sacos, jeans Levi’s, camisetas con frases ingeniosas (o no tanto, ni siquiera me importa). Entiendo que para ellas es un trabajo vender esos productos pero considero que hay una falta de ética en promocionar un rubor diciendo: “Fui corriendo a la farmacia a buscarlo”, como si fuese una necesidad realy con ese objeto mi vida va a ser más feliz. Bueno, la lógica en sí del consumo capitalista.

Mientras escribo esto me meto en otra crisis, la de mi estilo. En Internet se inventan aesthetics cada semana y me pregunto ¿qué es lo que quiero tomar de cada uno de ellos? Si quiero ser como esa chica que viste estilo cottage core, o quizás mi onda es más como la de una rockstar girlfriend. Pero, ¿realmente necesito llevar diferentes estilos? Uno para el trabajo, otro para los recitales, ropa funcional para viajar desde el conurbano hasta un paseo por Capital Federal. Lo que quiero definir es qué imagen quiero proyectar en cada lugar que habito. Me intriga saber cuánto impacto tiene la moda en la percepción que tengo de mí misma y si es tan relevante como para que le dé tanta importancia a la cantidad y calidad de zapatos que hay en mi habitación. Internet me dice que sí.

El principal problema de todas estas dudas “superficiales” es la relación entre mis gustos y mi economía, ya que ni siquiera pienso en comprar las marcas que las famosas usan y por eso un 3×1 promocionado por Ellas parece tan tentador, aunque sean zapatos/remeras/pantalones que me van a durar dos semanas. Para sentirme como la gente que sigo por Internet pienso en ir a la calle Avellaneda en el barrio de Flores y conseguir todas las imitaciones que pueda. Pero nunca lo hago, no tengo ni el tiempo, ni la plata que significa ir a hacer esa compra, y sobre todo, no tengo la necesidad. ¿O sí?

En mi FYP de TikTok hay una preocupación nueva los Sephora Kids: preadolescentes que se ven influenciades a comprar productos innecesarios de skincare y atacan locales de venta de maquillaje. Estoy bastante lejos de ser un Sephora kid pero a la vez entiendo la desesperación de querer “ser como” o “parecerse a”. Los objetos, los modos, lo que vemos en Internet nos influencia, como el hashtag Lifestyle de TikTok que hace parecer que todo es tan simple como tomar café e ir a pilates. ¡Yo quiero ser así!

Hace poco la tiktoker argentina, Rosioailen, reflexionaba en uno de sus videos sobre esto, y planteaba la pregunta de “¿Está mal hablar de contenido superficial en el contexto de crisis que estamos viviendo?”. En los comentarios hay una respuesta clara: “Me entretiene pero necesito que bajen a tierra de vez en cuando”. No creo que la culpa de esta angustia sea de las influencers, pero siento que hay cierta responsabilidad en los discursos que damos en internet. ¿Cómo le pido a las influencers que tomen una decisión política sobre el contenido que suben?

En la canción «Pretty isn’t pretty«, Olivia Rodrigo expresa que siempre nos vemos persiguiendo un ideal que prácticamente no existe y que, además, cambia constantemente, que esos productos ultra mega super hiper necesarios están en todos lados y comprarlos es una necesidad para ser lo mejor de vos misma, generando una angustia innecesaria por nunca llegar a ser parte del trend. ¿Cuántas cosas de su colección de zapatos/bolsos/maquillajes usan realmente las influencers?

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