Te lo digo por tu bien, de Agustina Cabaleiro

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Por Belén Delgado

Una reseña en primera persona sobre este libro que tematiza la experiencia vital de ser una persona gorda.

Te lo digo por tu bien* es uno de los libros que me hubiese gustado leer de adolescente. Agustina Cabaleiro, conocida como Online Mami (en redes @onlinemami_), habla (y digo habla porque al leerla puedo escucharla en mi cabeza como si estuviese viendo sus historias de Instagram o un video suyo) sobre habitar un cuerpo gordo, el amor propio, la belleza, el movimiento body positive y la gordofobia. De esta forma, hace un recorrido por su infancia, el bullying que recibió, cómo comenzó su militancia y su carrera, sus experiencias en el amor, los vínculos amistosos, la relación entre su gordura y su familia, qué es la salud y sus experiencias en el sistema médico y hasta da tips o consejos sobre cómo llevar un cuerpo gordo con la frente y los rollos en alto.

Su propuesta es que sus vivencias “sirvan de disparador para pensar en la experiencia común de ser las hijas y las nietas gordas del siglo XX”. Sus vivencias no son aisladas, no es un caso único, la historia de esta piba gorda se repite o se asemeja a la de miles de gordes. Cuando leía sus anécdotas o sus ejemplos, aparecieron en mi cabeza un montón de recuerdos similares. Quizás por ser una gorda de edad similar, aunque un poco más grande, por ser gorda desde chica igual que ella, por ser de clase media y por tener una estructura familiar parecida, pude verme reflejada en sus historias. Me vi reflejada en lo que Agustina cuenta en relación a la ropa, a la dificultad que representaba poder conseguirla y en cómo puede llegar a condicionar nuestra vida la falta de ropa, en sus anécdotas de la primaria y en especial en la relación con su mamá y su abuela. 

Es una gorda que le habla a miles de gordas, una gorda que habla sobre ser gorda, que abre y expone su vida para ejemplificar violencias en cada ámbito de la vida. Una gorda que habla, que es visible, que tiene llegada a un enorme público y que encima ese público incluye un gran número de adolescentes. Una gorda que dice gorrrrrrrrrda para que suene, para que sea una palabra cómoda y no un insulto o un sinónimo de enferma o fea. 

Agustina propone reconciliarse con esta palabra y la lectura de este libro lo logra. Como bien lo cuenta ella, ser gorda y más de chica o de adolescente, en la mayoría de los casos es en soledad. No contamos con herramientas ni información o espacios donde nos cuenten de la diversidad corporal, nos enseñen sobre gordofobia o la discriminación o nos cuenten que teniendo cuerpos gordos podemos tener una vida plena y que no es impedimento alguno (o no debería serlo) para bailar, tener amigues, enamorarnos, trabajar o lo que se nos ocurra. 

Por lo general no es una experiencia compartida ni charlable, mucho menos una experiencia que otres amigues que tienen otro tipo de cuerpo puedan llegar a entender. En sus palabras: “no es lo mismo tener acné, celulitis, canas, etc. que ser comprendida socialmente como gorda”. A propósito de esto, una linda descripción sobre lo que es ser gorda lo relata en “Soy gorda” Cinthia Giselle Dalama, escritora, activista gorda y una de mis compañeras en Gordas trabajando.

De niñes y adolescentes creemos que las miradas y los maltratos que recibimos sólo nos sucede a nosotres, que es algo solo nuestro («me pasa solo a mi»). Hasta que crecemos, nos relacionamos con otras personas con experiencias similares, hablamos, reflexionamos y nos damos cuenta que no es un problema nuestro, sino un problema colectivo.

En un país con un alto porcentaje de personas con trastornos alimenticios producto de la cultura de la delgadez, de la obsesión por la dieta (hoy en día el término de moda es “cuidarse o alimentarse bien”) y la exigencia por los estereotipos de belleza (belleza hoy en día se considera a ser delgada pero con curvas, con la piel tersa, sin marcas en el cuerpo y con el cabello sin frizz), en un mundo donde en los medios de comunicación y en las redes sociales se valoran los likes o me gusta y las fotos lindas, divertidas, de alta calidad, en poses cuidadas y filtros para tener la cara estilizada o con rasgos hegemónicos, este libro resulta más que necesario y hasta diría que indispensable para les adolescentes. Dicho sea de paso, recientemente se publicó en The Wall Street Journal que los investigadores de Facebook han descubierto que la plataforma Instagram afecta negativamente a sus usuarios, en especial a adolescentes (a uno de cada tres) y que puede dañar la salud mental y la imagen corporal. 

Entonces, ¿por qué digo específicamente adolescentes? Porque si bien les adultes que lean este libro van a poder verse reflejados o van a poder reírse (si es que lo toman con humor, debo confesar que me he reído mucho leyendo este libro) o llorar (si les disparan recuerdos que creían haber olvidado) en modo de descarga por muchos años de violencia o por no haber podido hablar en su momento de lo que les sucedía, si lo leyera une adolescente podría ahorrarse sufrimiento o sentirse, de alguna manera, acompañade.

Quizás, si este libro les llegará a les pibes, esa vida como gorde adolescente deje de ser un camino solitario. Quizás, con este libro puedan encontrar un punto de partida para poder mirarse de otra manera, para poder empezar a ver cuáles son los límites que nos ponemos con los demás cuando hablan de nuestros cuerpos, para poder comprender que nuestra gordura no está mal, que no tiene por qué ser una vida tortuosa o llena de restricciones y de represiones y que merecemos al igual que todes tener una vida plena. 

Agustina habla de libertad, de ocupar espacios, de usar ropa que nos guste sin importar las reglas estúpidas de moda para tener un look que te estilice, de ser amadas, de ser deseadas, de disfrutar nuestra sexualidad, de nuestro cuerpo, de tener vínculos amistosos que nos hagan bien y hasta de poder elegir profesionales de la salud que nos hagan sentir cómodas y tengan un trato digno con quienes tienen un cuerpo gordo.

Una de mis partes favoritas se llama “Vínculos familiares: los dos tipos de mamás de una chica gorda. Perdonarnos y perdonar” donde le dedica varias páginas a su relación con su familia, pero haciendo énfasis en las figuras de la madre y de la abuela. Quizás, las relaciones más importantes que podemos llegar a tener, que nos atraviesa a casi todes (incluso que suelen ser grandes temas de terapia) y donde solemos encontrar las mayores presiones para bajar de peso y hacer dietas desde temprana edad por “nuestro bien”. Es un capítulo corto pero muy bien escrito, muy bien explicado y muy bien ejemplificado con varias frases que hemos escuchado alguna vez en casa. Agustina hace una distinción entre dos tipos de madres: “la mamá que fue flaca toda su vida, que no concibe que su hija no tenga el cuerpo que tenía ella en 1980” y “después está la otra mamá, que fue gorda toda su vida, entonces quiere salvar a su hija de lo que sufrió ella cuando era joven”. Aclara que ambos tipos de madre tienen gordofobia internalizada y también dice: “El miedo a ser gordas de nuestras abuelas y madres es absoluto: temen que sus nietas e hijas sean gordas porque tampoco quieren serlo ellas. Tengamos en cuenta eso para no cagarnos a puteadas. Entender que sus “te lo digo por tu bien” son fruto de un adoctrinamiento al que ellas mismas se someten, quizá nos puede ayudar a poner un poco las cosas en perspectiva. No son el enemigo, sino gente que creció en un contexto donde de estos temas no se hablaba. Hagamos las pases y contémosles sobre el feminismo que nos atraviesa y el activismo de la diversidad corporal que nos salva la vida”. Con esa reflexión, ¿por qué no podría pensarse en prestarle el libro a nuestras madres y por qué no, a nuestras abuelas? Imagino que no será posible, pues las familias son complicadas y las relaciones con nuestras madres y abuelas no escapan de eso, además de que puede implicar dolor y enojo. Sin embargo, cuando no nos salen las palabras, podemos utilizar las palabras de otras personas para comunicarnos. En este caso, serían las de Agustina. 

Otras de mis páginas favoritas del libro es el capítulo “Vínculos amorosos: merecer ser deseadas, los comegordas y las gordas gauchitas”. Habla de los chicos que le gustaron cuando era chica, de cómo sus amigas ya chapaban o tenían relaciones sexuales y a ella no le sucedía, de su primer novio, de su primera novia mujer y del deseo. Agustina termina el capítulo dándole el espacio a Señorita Bimbo para que diga unas palabras y menciona el “Bimbotiquín”, un segmento radial (luego transformado en libro, de la editorial de Futurock) de Furia Bebé en Futurock muy recomendado. Uno de mis favoritos se llama “El derecho al goce no tiene talle” y va atado a este capítulo y al libro de Agustina. 

Online Mami se define como militante del amor propio y es una de las referentes del movimiento body positive en nuestro país (aunque la palabra referente le parece “una banda” y prefiere tomarlo como “persona que está en Instagram”). 

En los últimos años, este movimiento comenzó a destacarse y a plasmarse en redes sociales, replicándose luego en hilos de Twitter, minutos en pantalla y páginas de libros de todo el mundo. Propone el amor propio y la aceptación de todos los cuerpos, sean como sean, para derrumbar el concepto de belleza hegemónica y así luchar contra las inseguridades, malestares y violencias bajo la premisa de que todos los cuerpos, en sus diferentes talles, medidas y texturas son válidos y merecen aceptación y respeto.

Como activista gorda, encuentro distintos puntos sobre el movimiento body positive o positividad corporal que desde el activismo gordo se pueden criticar. Podría mencionar que el amor propio no es suficiente mientras se siga considerando la gordura como una enfermedad e incluso se hable de una “pandemia de la obesidad” equiparándola con el virus del COVID-19 que ha modificado el mundo de un día para el otro y ha provocado la muerte de millones de personas. Mientras haya patologización de la gordura y nos violenten en los consultorios médicos o veamos nuestros derechos restringidos por el IMC (Índice de Masa Corporal), el amor propio no será suficiente. Alejandra Benz (psicóloga, escritora, lesbiana y activista gorda), una de las invitadas que eligió Agustina para su libro, dice: “Creo que la primera estrategia de protección contra el bullying es la despatologización de la gordura. Porque uno puede revertir ciertas cargas y asociaciones simbólicas sobre la palabra gordo (feo, sucio, indeseable, vago) pero queda siempre ese último bastión que es el más duro porque es contra el monstruo más grande: la industria médica. La primera ofensa sobre un cuerpo gordo es la estética, pero de base está esto otro”. Para ahondar aún más en este punto, recomiendo escuchar el episodio 8 (Acción directa y despatologización: ‘¿el consultorio es un campo de batalla?) del podcast “Nada que perder” de Laura Contrera y Nicolás Cuello, activistas y autores/compiladores del famoso libro “Cuerpo sin patrones, resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne”, uno de los libros de cabecera del activismo gordo. 

Otra crítica posible que se le puede hacer a este movimiento es la apropiación que han hecho personas hegemónicas (o al menos que podríamos decir que son hegemónicas a grandes rasgos pues son delgadas y blancas) y que equiparan la existencia y la vivencia de una persona gorda con la suya, como si las violencias o las exigencias que tenemos fuesen las mismas. Esta apropiación o la reducción de equiparar una vida en un cuerpo delgado con estrías o celulitis con la vida en un cuerpo gordo, considero que es errada. Por ser delgada y tener estrías no te niegan la atención médica, no te rechazan en prepagas o te piden tarifas extras (como sí sucede si sos gorde que pretenden que pagues una tarifa diferenciada por tu IMC), no quedás fuera de un proceso de selección en un trabajo, no te dejan de elegir para un ascenso o no tenés dificultades para estar en un transporte público o subirte a un avión. La opresión es la misma para todes, sin embargo, la discriminación y la violencia hacia los cuerpos gordos es sistemática. Para profundizar aún más en esto, recomiendo el artículo de Nicolás Cuello titulado “El privilegio de la delgadez”.

Si hablamos de jerarquías o de categorías, ser gorde significa estar en una categoría por debajo de ser delgade (y se complejiza si sos marrón, pobre, travesti, trans o no binarie). Sobre esto, Lux Moreno dice en el artículo “Activismo gordo: cuando hacés de tu cuerpo una bandera de lucha” sobre los cuerpos gordos que son “una serie de corporalidades que son señaladas como equívocas, abyectas, que tienen menor valor” y que el activismo gordo “tiene que ver con cambiar las jerarquías sociales sobre los cuerpos”. 

La tercera gran crítica es la asociación del movimiento body positive con la individualidad y la responsabilidad. Pensar que porque una persona tiene amor propio es suficiente para atravesar todos los ámbitos y no pensar en que no es un problema individual, sino un problema colectivo. Lo que le sucede a une se repite en miles y millones de personas en todo el mundo, con especial énfasis en mujeres. Online Mami en su libro destaca una frase de Laura Contrera (del libro Cuerpos sin patrones): “la percepción social de la gordura y su calificación negativa no pueden quedar reducidas a un problema personal íntimo. Ser gordo y que eso nos avergüence de diferentes maneras no es una tarea personal a ser superada en soledad”.

No es casual, es producto de una sociedad patriarcal, capitalista y con una fuerte cultura de la delgadez. Por tanto, no tiene que quedar como responsabilidad de cada sujeto, porque no es nuestra culpa que nos traten mal o nos violenten por la forma de nuestro cuerpo y tampoco debería ser nuestra responsabilidad saber sobrellevar esa violencia. Cuello, en otro artículo titulado “El amor no es suficiente” afirma que “los discursos públicos sobre la aceptación de la diversidad corporal en la cultura popular sin duda son necesarios y fundamentales. Cumplen una función importante en la apertura de interrogantes mientras que distribuyen imágenes que acercan validación y confianza en personas que hasta el momento no se habían encontrado representadas como posibles. Por eso es que no pretendo escribir en contra del amor, pero sí afirmar que no es suficiente.”

Incluso Online Mami misma enuncia que el amor propio “tampoco tiene que ser una fuerza que nos guíe contra todos los males, ni la solución a los problemas estructurales y la opresión que vivimos por gordas. Pero sí puede convertirse en una herramienta para enfrentarnos a todas estas cosas horribles que parece que nos tocan por tener un cuerpo gordo. No nos va a resolver la vida, pero sí va a hacerla más transitable”.

Sin embargo, pese a las críticas que se le pueden hacer al activismo body positive y al concepto de “amor propio” como activistas gordes, este libro escrito por una activista de este movimiento es cálido, interesante y necesario. Incluso puede ser el inicio de una persona en el movimiento body positive, del activismo gordo o el activismo por la diversidad corporal. Ella misma define que “el body positive se enfoca en tener una visión positiva de tu cuerpo, mientras que el activismo gordo busca denunciar el control que se ejerce sobre los cuerpos gordos”. Proclama que banca “el activismo gordo como denuncia y reclamos de un mundo menos gordo-odiante, y al body positive como herramienta inmediata para sobrevivir. Mientras luchamos por un mundo mejor, querer nuestros cuerpos y no maltratarlos es la manera de subsistir”. 

En Argentina, en los últimos años con el movimiento feminista masificado a partir del Ni Una Menos en 2015, proliferaron las lecturas feministas. Sin embargo, el feminismo puede ser insuficiente a la hora de hablar de diversidad corporal por la fuerte gordofobia que hay, incluso dentro del movimiento. La marginalización de los cuerpos gordos y de los cuerpos diversos no se encuentran entre las demandas más habituales de los feminismos (por ese lado, mucho queda por trabajar). Agustina dice, de una forma muy poética y linda: “mientras el feminismo se sentía como un fuego que se había prendido en mí y no se iba a extinguir más, esto [el activismo por los cuerpos] fue como un aire fresco en el cuerpo, como si de repente todo fuera más liviano.

Son pocos los libros a nivel local sobre cuerpos gordos que no tengan una mirada gordofóbica o que hablen de la gordura sin tratarnos de enfermes, pero a la vez de responsables por tener el cuerpo que tenemos. Por eso, es digno de destacar la aparición de un libro escrito por una gorda y para gordas en una de las editoriales más grandes del país que hable sobre temas tan importantes. Hay un público enorme que se muere de ganas de leer, escuchar, debatir y pensar sobre las demandas de los cuerpos gordos. 

Claro que tiene su versión electrónica, un poco más barata que la versión impresa pero el libro es una hermosa edición digna de tener en la biblioteca o en el estante. Tiene una tapa con una ilustración llamativa y con una frase potente (“Sobre ser gordas y ocupar espacios con libertad”), ilustraciones a lo largo del libro y un tamaño de libro cómodo para leer. 

Otro detalle interesante de este libro es la participación de distintas voces para distintos temas: Brenda Mato (modelo plus size y activista por la diversidad corporal) para hablar de moda, Señorita Bimbo (comediante y activista gorda) para hablar del amor y del deseo, Alejandra Benz (psicóloga, mencionada anteriormente), Jésica Lavia (nutricionista y autora del libro Pese lo que pese junto a Paula Giménez) para hablar de salud. Además, cita a otres activistas gordes y activistas por la diversidad corporal como Laura Contrera, Nicolás Cuello y Lux Moreno entre otres, lo cual lo hace un poco más enriquecedor. 

Invito a quienes estén leyendo esta reseña a que vayan a una librería, busquen el libro y se lo compren para ustedes y también para sus hermanes, sobrines, primes, hijes o jóvenes que les rodean. Puede que con ese gesto les estén ayudando en un momento tan difícil de transitar como lo es la adolescencia, que también sirva como puntapié para charlar y que se sienten acompañades.

* Este libro se presenta el 1-10 en el CCKonex, más info acá

 

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